“Dijo Jesús a Nicodemo: “Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no ves de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu”. Nicodemo le preguntó: “¿Cómo puede suceder esto?”. Le contestó Jesús: “¿Tú eres maestro en Israel, y no lo entiendes? Te lo aseguro, de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonio. Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna” (Juan 3, 1-85 a. 7b-15).
COMENTARIO
La Resurrección del Señor lo ha hecho todo nuevo. Se acabó la miseria del hombre viejo, de la carne corrompida por el pecado de Adán, del hombre esclavo del Maligno y de la muerte. El Príncipe de este mundo ha sido derrotado por el Rey del Universo, Cristo Jesús. El hombre nuevo nacido del Espíritu que hemos recibido gratis por los méritos de Cristo Resucitado. El que es del mundo sabemos a dónde va: a la muerte, corriendo siempre detrás del dinero, del pecado y de la mentira. El que ha nacido del Espíritu no sabemos a dónde va: porque va dónde le lleva el Espíritu de Dios, en obediencia al Padre, como Cristo Jesús, libre del pecado y de la muerte, asemejándose día a día, por pura gracia, a Jesucristo. Todo es nuevo para él.
¿Cómo puede un hombre viejo nacer de nuevo?, se pregunta Nicodemo, y nos podemos preguntar nosotros mismos. Nicodemo, maestro en Israel no lo entiende, y sin embargo el Padre se lo ha revelado a los pequeños. Porque sólo los pequeños pueden decir con Jesucristo: “de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio”. Pero el mundo no acepta su testimonio. Porque el mundo prefiere la mentira a la verdad, la oscuridad a la luz. Porque tampoco puede. Porque esta sabiduría viene de Dios, viene de arriba, viene del cielo, y sólo la tiene el Hijo, que ha bajado del cielo, y aquel a quien el Hijo se lo ha dado a conocer. Esta sabiduría no procede de la carne y de la sangre, ni siquiera puede, sino de la gracia recibida en el Espíritu Santo que ha sido derramado en nuestros corazones. Los cristianos hemos nacido de nuevo en las aguas del bautismo.
Jesús elevado sobre la cruz, puesto en alto a la vista de todos, como la serpiente en el desierto elevada por Moisés, es la única verdad, el único camino al Padre, la vida verdadera, porque sólo Él ha resucitado. ¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado! Y nosotros lo proclamamos porque “de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio”.