En cada etapa de la historia, los hombres han dado respuesta a la cuestión perenne del origen de los vivientes y lo han hecho desde su visión del mundo y del hombre. Charles Darwin (1809-1882), como todos los grandes exploradores, y con su mirada biológica y geológica, encontró una respuesta: el origen de los seres vivos es evolutivo; las especies lejos de ser independientes se relacionan. Observando el rico mundo natural que se presentaba a sus ojos, hizo el descubrimiento de que existía una gran adaptación de las especies a su hábitat. Y planteó una hipótesis, que pensó que era la explicación, toda la explicación del gigantesco proceso de la evolución biológica.
Si pensamos en el momento histórico nos damos cuenta de la genialidad de la explicación que dio sobre la historia natural, la historia de la aparición en el tiempo de todas las especies. La visión que se tenía del mundo vivo en el siglo XIX ,cuando vivía Darwin, era y ha sido, hasta muy recientemente, estática y determinista. Las ciencias naturales arrastraban una visión mecanicista, propia de la Física de entonces. Y, lógicamente, la grandiosa intuición de Darwin tenía ese marco conceptual. Simplificando un tanto, podemos decir que en el imaginario de esa época, un pato era como un artefacto bien montado al que se da cuerda: un mecano. Y el espermatozoide tenía en la cabeza el diseño completo de un hombre que iría desplegándose poco a poco cuando fecundara una mujer; es decir pensaban entonces que cada ser vivo está preformado en miniatura desde el inicio.
La teoría darwiniana es muy coherente con ese marco intelectual. Plantea que un agente físico, externo al ser vivo causa cambios al azar en algunos de los individuos que componen una población de una especie concreta. Se genera así variación dentro de la especie. Tal variabilidad permite a la selección natural elegir a los más aptos, para un entorno, por el hecho de que viven más y así dejan más descendientes. En efecto, los organismos están adaptados a su ambiente porque la selección natural ha ido eligiendo, en un medio cambiante, a los más aptos para ese hábitat, a lo largo de miles y miles de generaciones. Claramente, con la selección natural la especie mejora.
¿sin dirección; sólo al albur de los vientos? Se podría poner otra expresión mas contemporanea y coloquial?
Pero evolucionar es mucho más que adaptarse. Es innovar, es dar paso a otros más complejos, más “evolucionados”, solemos decir. La selección natural no es toda la explicación del origen de las especies y, menos aún, del origen de cada uno de los hombres.
En el planteamiento darwinista tenemos dos causas separadas: en primer término, un agente causa una variación al azar; hoy diríamos un cambio en los materiales de la vida —en el DNA que porta la información genética— y origina un cambio en un carácter, en el fenotipo;[1] otra causa diferente —los cambios en el medio— actuará eligiendo selectivamente. La causa del cambio no afecta a la eficiencia de esos individuos en sí mismos, sino que seleccionan aquellos más aptos en ese entorno, simplemente porque en ese entorno dejan más descendientes. Razonablemente desde este prisma el proceso evolutivo no podía tenía otra dirección que la que marca el viento, como él afirmó. Una sequía, por ejemplo, hace que desaparezcan unos pinzones y se reproduzcan otros según que la forma del pico que poseen les permita o no alimentarse de las semillas que quedan en tiempos de sequía. Pero siguen siendo pinzones.
Ahora bien, es un hecho —que tiene toda la terquedad de los hechos naturales— que ha habido dirección y no precisamente al albur de los vientos: los organismos más complejos fueron precedido en el tiempo por los más simples. Es preciso, por tanto, dar explicación de cómo ha podido el proceso evolutivo ir de lo más simple a lo más complejo. Debe haber algo más que la selección natural capaz de causar no un mero cambio, sino un cambio a más. La selección natural mejora lo que hay, a base de acumular progresivamente los cambios y seleccionar a los individuos más fecundos en un entorno, pero no hace aparecer las innovaciones, a más: más funciones, más capacidades, más…
Darwin se dio perfecta cuenta de que desde sus postulados no podía resolver la cuestión de la dirección a más. ¿Cómo aparece un nuevo órgano; o cómo se hacen más complejas las funciones de cualquier órgano, o el diseño en unidad de cada organismo, de forma que la cabeza ocupe su sitio y las hojas y raíces el suyo? Y lanzó —hacia fuera— el reto de su teoría planteando la complejidad de un ojo, resuelta por la naturaleza en modelos muy diferentes entre sí, pero todos eficaces para ver. En su obra “El origen de las especies recogió”: “Si pudiera demostrarse que ha existido un órgano complejo que no pudo haber sido formado por numerosas y ligeras modificaciones sucesivas, mi teoría fracasaría por completo”. Esto es, balones fuera; si se demostrara que hay otra explicación, mi teoría fracasa.
Si Darwin hubiera conocido la Nueva Biología —la compresión de los fenómenos vitales como procesos dinámicos de expresión de una información—, si hubiera conocido el dinamismo del desarrollo por el que un organismo pluricelular se construye desde una etapa de una sola célula; si hubiera podido leer, como podemos ahora, los genomas del “Homo sapiens” y del chimpancé, seguramente habría ampliado la idea de variación y selección como hoy la planteamos.
¿criaturas sin Creador?
No dejan de ser muy curiosas, y muy interesantes, las expectativas científico-culturales del debate con que se está celebrando el año 2009. Para algunos la idea de que todo es una casualidad —y el diseño de las especies es un dibujo del aire sobre la arena—, les lleva a la conclusión de que la naturaleza no es obra de un Creador.
Más aún, afirman —¡triple salto mortal!— que existimos porque nuestro número salió primado en la ruleta de Montecarlo: pura casualidad; no debemos a nadie la existencia. Estamos solos… Es una idea que tendría, desde la ciencia, la paternidad de Darwin. Si tenemos la explicación de Darwin según la cual el proceso lleva la dirección de los vientos, no ha habido un creador que diseñe, dicen unos. Si no hay explicación, hay un Creador que juega con dados trucados dentro de ese juego de azar, dicen otros… O, también lo afirman otros, todo está preformado de forma determinista y rígida.
Pero la realidad, la vida en concreto, es mucho más bella. La maravillosa materia del Universo está preñada de vida, hasta de la vida corporal de cada hombre. Lo vivo es un sistema complejo; está compuesto por varias piezas interactivas, bien ajustadas y reguladas entre sí, que contribuyen a la función básica. No son piezas sueltas; más aún, la eliminación de cualquiera de los componentes lleva a que el sistema deje de funcionar.
Los seres vivos son complejos en este sentido de una integración de partes en unidad funcional y ¡destinada a vivir!. Y esa unidad es más cuanto más piezas integre en unidad. Los seres vivos tienen un sí propio. Por eso, coma lo que coma una mariposa lo convertirá en alas de mariposa; se nutra de lo que se nutra un rosal lo convertirá en rosa. Por eso una hormiga siempre será más que un diamante (otra cosa es el precio en el mercado). Está viva y tiene por ello autonomía: se mueve, hace hormigueros y vive en la sociedad “hormiguil”. Por el contrario unos átomos de carbono se harán diamante si están a una presión y temperatura adecuada; si no, esos mismos átomos se hacen un negro grafito. No tienen el sí propio de lo vivo, sólo son según donde están. No son autónomos del medio para ser una cosa u otra.
Ningún sistema complejo aparece de cero, sino de un sistema más simple anterior, que normalmente posee otras funciones menos complejas. Y esto es así, porque son seres vivos y la realidad viva está en continuo cambio; no es estática. La causa que origina un cambio, produce su efecto en un organismo vivo: una realidad unitaria de partes diversas que interactúan entre sí a diversos niveles. Una realidad abierta a interactuar con el exterior, intercambiar materia y energía, y mantenerse activa y en potencia de nuevos cambios.
Por esto, evolucionar no es simplemente variación y selección en función del entorno. Evolucionar es cambiar, poco o mucho, el programa de la construcción del organismo, con independencia del medio; la selección no la realiza el entorno sino la dinámica interna del organismo. La selección interna marca el compás.
¿únicamente pura información genética?
Actualmente conocemos que el material genético es un material informativo; todo viviente posee una información genética (la secuencia de los nucleótidos del material informativo, el DNA) que se hereda de los progenitores, que es de primer nivel; y otra información —epigenética— que aparece con el proceso vital de cada individuo, de segundo nivel.
Cada gen, o secuencia que posee un diseño ordenado y traducible al lenguaje de las proteínas, es un mensaje funcional. Dice un mensaje. Además la secuencia de nucleótidos se traduce a proteínas que tienen una función específica. Son las palabras del lenguaje que construyen una frase, o las notas musicales de un acorde. El genoma es un texto escrito: el guión de una obra, o la partitura. Es lo que se hereda: una copia del texto de la especie a que pertenece.
Ahora bien, dar vida a una obra es representarla, contarla, en un sitio concreto, en un momento concreto, con unos intérpretes concretos. Darle vida, contarla, requiere enlazar frases o acordes en un orden que dan el argumento. El argumento es una información de segundo nivel que descansa sobre la información de las palabras y las frases, pero no reduce a ellas: es una información que aparece a lo largo de la representación y que supone el control del orden de emisión de los mensajes. Por su propia naturaleza, una frase es informativamente coherente, dice algo real y con sentido, si tiene, al menos, como elementos el conjunto sujeto-verbo-predicado. Y una frase forma parte real de una narración si sigue el hilo argumental. El hilo argumental tiene coherencia, una unidad. Narra una historia.
Con la misma lógica, un organismo se construye ordenando en el tiempo y en el espacio corporal los mensajes de los genes. El orden en que se van expresando los genes a lo largo de la vida del individuo es un programa, una sucesión ordenada de mensajes; una información de segundo nivel. Con ese programa se forman los órganos y los diversos tipos de estructuras. Es la información epigenética que aparece ligada al desarrollo mismo del organismo. Al principio solamente está el texto escrito, el genoma, en el material que aportan los progenitores. Como todo texto posee mucha más información que la debida a las palabras, los genes. Tiene acentos y puntos y comas y capítulos. El genoma tiene secuencias para el reconocimiento específico por parte de moléculas reguladoras. Estas moléculas señales controlan el tiempo de la información genética y dan el argumento.
¿una explicación sin fisuras?
Evolucionar lleva consigo un “más con más”; más hilo argumental. Más información genética y más información epigenética. La mayor complejidad de los individuos de una especie está en función de la capacidad de ampliar la información genética y controlarla. Dicen más. El individuo es el beneficiario de ese aumento de la información, con independencia del entorno. Por tanto, una novedad es la adquisición de una información de segundo nivel —epigenética—, unitaria y coordinada, que controla las partes, y hace que el resultado sea siempre más que la suma de los componentes. Es un argumento más rico en sí mismo. A medida que las especies que se sitúan en las grandes ramas del arbusto de la vida evolucionan, los individuos que las integran poseen más autonomía respecto al entorno. Pueden buscar el alimento, encontrar pareja, huir de los depredadores sin estar atados a lo que el medio y el suelo les ofrezca. Tienen más intensidad de vida.
El cambio de la información, tanto genética como epigenética, es el hilo conductor de la evolución. El viento que sopla, mueve las piezas de un puzle, que encajaran entre sí como piezas del puzle que se autoconstruye. El cuadro que resulta tiene sentido, dice algo. Puede ser muy simple si está hecho por unas pocas piezas. Será mucho más rico no sólo si tienen muchas piezas, sino si las piezas son muy variadas y encajan perfectamente dando un colorido y detalle que enriquecen el conjunto. Lo vivo es una unidad —conjunto de unidades interactivas— finalizada a vivir y transmitir vida.
Darwin hoy hablaría en términos de información. Afirmaría —seguramente— que a lo largo del tiempo se dan procesos microevolutivos, en los que un agente crea al azar una mutación y otro agente selecciona a los individuos portadores de ese cambio, en función del entorno, al establecer diferencias con el resto en cuanto a la capacidad de reproducción. Afirmaría que la evolución se realiza a través de procesos macroevolutivos, en los que el agente, al causar al azar un cambio en el DNA regulador (en el segundo nivel de información), modifica, por sí mismo, la capacidad de que las piezas se unan y capaciten nuevas y mejores operaciones y funciones. La eficiencia está en el proceso mismo de construcción, dado que enriquece la información de partida al aumentar la información epigenética. Y se integra en una unidad de sentido: a vivir.
Darwin hoy reconocería que su teoría no es válida como explicación de “todo” el proceso evolutivo. Diría que el ojo animal se construye desde piezas existentes —incluso con algunas modificaciones en ellas— integradas por una información de segundo nivel que controla el conjunto en una unidad de función, que hace al individuo capaz de ver. El filtro es el programa de construcción del ojo asumido en el programa de construcción del organismo, no el cambio del entorno.
¿la biología humana es mera zoología?
¿Qué diría hoy del origen de los hombres? Con los conocimientos actuales de la Biología humana, y especialmente de las neurociencias, la afirmación de la procedencia de los primeros hombres de un homínido antecesor —los austropitecinos— sería una afirmación muy matizada. Como nosotros hoy, él podría dar cuenta de lo singular de tal proceso. Cada hombre y no la humanidad en su conjunto tiene una novedad radical: no sólo es autónomo respecto al medio y lo hace suyo, lo humaniza, sino que es autónomo respecto de sí mismo. El cuerpo humano está liberado del automatismo de los procesos biológicos. El titular de cada cuerpo humano, cada hombre, es libre y no está encerrado ni en el presente ni el nicho ecológico que le resuelve la vida como lo están todos y cada uno de los animales.
El presupuesto biológico de ese peculiar cuerpo de cada hombre lo conocemos bien. La aparición de Homo tuvo como causa material una reordenación cromosómica que aumentó la información epigenética para la construcción del cerebro durante el desarrollo y primeros años, y permitió que quedara abierto a procesar la información que le llega de la relación con los demás a lo largo de cada vida. Sólo un cerebro con una plasticidad permanente a lo largo de la existencia, y “hecho” por la biografía de cada uno, es un cerebro de un cuerpo humano.
A la cuestión de cuál es el origen de ese carácter propio de cada uno de los hombres —libertad, ser personal, psiquismo humano— no se contesta desde las ciencias positivas. El conocimiento que nos aporta la biología humana pone de manifiesto esa liberación del encierro en la biología, que no puede venir sin más de la biología misma. De hecho, distinguimos bien entre biología humana y mera zoología; y ningún médico tiene crisis de identidad con un veterinario.
Ahora bien, la respuesta al origen último de tal capacidad de liberación es una respuesta “personal”, integrada en la visión del mundo que pautan las convicciones personales. Es posible que la capacidad de observar el mundo natural que tuvo Darwin le permitiera observar y, buscar dar razón de las “rarezas” biológicas de los hombres, y que lo lograra. La ciencia nos abre un panorama imponente. No somos sin más individuos de una especie, hechos en serie en el proceso evolutivo. Como muestra la Biología humana cada cuerpo humano tiene un “titular libre”; es un viviente que proyecta su vida, que puede entregarla. El cuerpo humano es barro de la tierra, pero como muy bien nos muestra la ciencia, amasado de forma especial. Además del proceso evolutivo que dio lugar a los primeros padres humanos, hay en la larga historia de la Humanidad, y hay una biografía de cada uno, enlazada a su vida biológica, inseparable de ella.
[1] Para los no avezados en Biología, el fenotipo es la manifestación visible del genotipo en un determinado ambiente; a su vez, el genotipo es el conjunto de los genes de un individuo, incluida su composición alélica, entendiendo por alelo cada uno de los genes del par que ocupa el mismo lugar en los cromosomas homólogos. Su expresión determina el mismo carácter o rasgo de organización, como el color de los ojos. (Nota del Editor).