El estribillo de esta más que conocida canción en el ámbito internacional, de los del Río, es el resumen más claro para definir al hombre de hoy. La búsqueda de la felicidad a través de lo que te pide el cuerpo hace que el hombre sea, en lo que respecta al sentimiento, un ser volátil, infantil y malcriado con unos “sube y baja” similares a los de las Bolsas de valores.
Los cristianos, o mejor dicho, los llamados a ser cristianos, tenemos el riesgo de contaminarnos con este pensamiento. Cuando uno coquetea demasiado con el mundo ─ hasta el punto de volverse un samaritano donde Dios es uno más de otras tantos dioses a los que sirve─ corre el riesgo de convertirse en cristiano sentimental. Esto hace que le exijamos a Dios que se convierta en un sentimiento dentro de nosotros. Nos queremos quedar ─a semejanza de Pedro─ dentro de aquella nube que el Padre había desplegado en el monte Tabor al transfigurar a su Hijo Jesucristo; no eran conscientes que aquello precedería a la verdadera misión a la que iban a ser llamados.
Yo tengo muy claro que a este pobre hombre viejo en el que habito, nunca le va apetecer ser cristiano. Dejarse humillar, despreciar, matar… Encajar con un talante apasionado la crítica, la difamación, la burla, la mentira. Este ser afiliado al sillón de orejas y con vocación de hijo único no va a sentir el impulso de salir de sí mismo, y sin ser valorado, disponerse a servir sin ser visto, ni regalar un solo minuto de su tiempo sin ser recompensado.
Dios no es un sentimiento. Abraham no se dirige al monte Moria, a sacrificar a su hijo, siguiendo un impulso mañanero. No están los conventos de clausura llenos de hermanas ocultas a los placeres de la vida por un sentimiento. Muchos matrimonios se disuelven porque aquel sentimiento que les llevó a unir sus vidas ha desaparecido: “He descubierto que ya no te quiero”. Otro gran error: creer que el amor es un sentimiento abstracto. Lógicamente a este cuerpo terrenal le es más fácil “amar” a una mujer de 25 años que a una de 57. Se siente más edificado queriendo a uno que haga lo que dices sin discutir contigo que con otro que te dice la verdad.
Reza el diccionario de la lengua española que sentimiento es “Estado de ánimo o disposición emocional hacia una cosa, un hecho o una persona” . El hombre del mundo vive atrapado en un mundo tormentoso que hace que su “estado de ánimo” varíe constantemente al son de los acontecimientos de su vida. El cristiano no es aquel que decide serlo porque sí, sino que es el que, a raíz de recibir la buena noticia de la RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO, experimenta un cambio en su vida. Esta experiencia le permite tener un “estado de ánimo” que ya no depende de la historia, sino de su fe.
El estado de ánimo de Abraham, según la psicología del hombre, sería deprimente ya que debía de sacrificar aquello por lo que había vivido. Pero este hombre, a raíz de buscar lo más deseado para él (un hijo y una tierra) ha conocido a un Dios que le ha dado algo más que esto (que deseaba sentimentalmente): un vida plena, saciada, totalmente colmada; tener a Dios como amigo representaba para él: la estabilidad, la seguridad, el discernimiento. Abraham vive por encima de sus sentimientos ya que su fe (la experiencia de que Dios existe) le lleva a madrugar para hacer la voluntad de Aquel que era ahora, lo más importante en su vida. Caminaba en la certeza que ese Señor que no le había fallado y que había tenido poder de darle un hijo en la vejez, en la impotencia, sería capaz de resucitar a su hijo.
Huyamos del modelo maravilloso que nos quiere vender este mundo, dónde YO soy el que elige la vida que quiero vivir y el modo de vivirla. Es un engaño. Una falacia que nos lleva a una vida sin sentido, sin final; es un agujero negro que se traga todo lo bueno que queramos construir: las amistades, la familia, el matrimonio, la honestidad, la verdad, etc.
Que María nos sirva de Icono. Su hágase no viene de un sentimiento (¿a quién le apetecería correr el riesgo de ser apedreada por adúltera?) Su respuesta era el fruto de una fe recibida de sus padres y hecha carne en su historia concreta, que le llevaba a amar a su Creador con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas. Ese amor es el que mueve la vida de los cristianos. ¿Mueve la tuya?