Entró otra vez en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Lo estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo. Entonces le dice al hombre que tenía la mano paralizada: “Levántate y ponte ahí en medio.” Y a ellos les pregunta: “¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?”. Ellos callaban. Echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón, dice al hombre: “Extiende la mano.” La extendió y su mano quedó restablecida. En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los herodianos para acabar con Él. (Mc 3, 1-6)
Hoy esta curación que enmarcamos en los milagros de Jesús es una buena noticia para todos nosotros, porque nos abre los límites a los que nos tienen sometidos las leyes. Sabemos que estas son necesarias para la convivencia, para el orden, para el entendimiento, para el juicio, para la sentencia y para organizarnos la vida, en definitiva son un bien que nos ayudan a vivir. Este es el marco del relato que nos propone el Evangelio de hoy, es sábado, la Ley dice: “el sábado se descansa”, estamos en la sinagoga, Jesús y el hombre de la mano paralizada están rodeados de fariseos, hombres cumplidores de la Ley. Las preguntas que hace Jesús son la clave: “¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvar una vida o destruirla?”, dicho de otra manera: ¿es lícito saltarse la ley para hacer el bien, para tener en cuenta al otro, a todos los hombres, para hacer el bien a los que nos odian?
Todas las leyes, tanto las de mayor acierto como las que tienen menos importancia, pretenden como cualquier acto humano bueno hacer el bien, proteger a los pueblos y sus habitantes, pero a veces y de una manera más habitual de lo que quisiéramos, utilizamos las leyes para hacer el mal, para beneficiarnos, para juzgar, condenar y para someter a las personas. Esto es lo que le pasa a Jesús en este relato, hace el bien en sábado y los cumplidores de la Ley intentan eliminarlo porque no cumple la ley, este es el caso de poner el cumplimiento la Ley por encima de hacer el bien.
El sábado está puesto en la Ley del pueblo judío para enseñarle que al menos un día a la semana todo depende de Dios, y que este día está puesto para bendecir, dar gracias y hacer obras buenas, por lo tanto esta ley tiene buena pedagogía porque también le hace presente al pueblo judío el relato de la Creación “al séptimo día descansó.” Las leyes por lo tanto aun siendo buenas, nunca impiden o nunca nos deberían impedir hacer el bien. Y esta es hoy la buena noticia: hacer el bien a todos los hombres, “amaos unos a otros como yo os he amado” (Jn 13,34).