A veces, incluso el más pequeño de los sacrificios requiere una gran determinación. No es fácil tomar decisiones y menos cuando éstas afectan nuestra vida más íntima. ¿Recuerdas cuando elegiste tu opción de Bachillerato o la carrera que empezarías en la Universidad? Son decisiones que dan un giro importante a tu vida. Sin embargo, es en la escuela de las pequeñas cosas donde de verdad aprendemos a elegir.
Saber decir “no” cuando nos ofrecen algo que resulta sugerente, pero de lo que tenemos la certeza de que nos hará daño. Saber decir “sí” cuando nos invitan a comprometernos con algo o con alguien. Así dicho, parece fácil, pero el camino para dar con la respuesta correcta es difícil y largo. Durante nuestro aprendizaje hay algo más importante que dar con las respuestas adecuadas y es dar con los criterios y con las claves que en cada ocasión nos ayudan a tomar decisiones. Ideas sencillas que debo descubrir personalmente y que me enseñan que hay un orden en las cosas y que ese orden está inspirado por el amor.
Siempre elegimos en virtud de una escala de valores o de un orden de prioridades: prefiero esto o aquello en función de qué considero más importante. Parece, pues, que cada uno elige según sus prioridades. Ahora bien, ¿responden esas prioridades a ese orden real de las cosas? ¿Cuándo tomas una decisión libremente eres consciente de que eliges buscando —con amor— aquello que tiene más sentido y que busca lo mejor de ti y de los demás?
¡Ánimo! Empieza un nuevo curso y tienes una nueva oportunidad para empezar a descubrir algo que te hará madurar y que te acompañará toda tu vida: un criterio bien formado que ordena tus prioridades. Claro que para eso vas a necesitar más gente a tu lado que te acompañe, pero eso lo veremos en otra ocasión.
Sugerencia de foto que acompañe: una pizarra llena de fórmulas complicadas, un niño con un juego de construcción de bloques o una encrucijada de caminos.