En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensara.» Mateo 6,1-6.16-18:
Con esta Palabra de hoy suena el Shofar que nos invita realmente en este tiempo a dejar de mirarnos a nosotros mismos y a mirar a Aquel que tiene el poder de dar la vida. Es imposible celebrar la Pascua creyendo que somos nosotros los que hacemos historia. Nos da mucha pereza la cuaresma ya que en ella la Iglesia nos invita a perder el protagonismo y pasárselo al hombre nuevo, al humilde, al que se prosterna ante el Padre. Si vemos esta Palabra o este tiempo como un sacrificio que “nosotros” tenemos que hacer para vivirlo ya comenzamos con mal pie. El Señor no quiere sacrificios, ni ofrendas; tampoco quiere grandes voluntades. Pedro cada vez que “sacaba pecho” para dar la talla fracasaba ante el Señor, mientras que cuando experimentaba su incapacidad, su Maestro le miraba con amor. Tiempo de intimidad con el Señor. El ayuno, la limosna y la oración son las armas que Jesucristo ha utilizado durante su vida mortal para ser uno con el Padre, para poder entrar en la historia y sobre todo para poder vencer la tentación que Satanás siempre pondrá delante de Él. Para aquellos que ven este tiempo como duro, triste y doloroso les recuerdo que la vida del cristiano es toda gracia. Es un tiempo de gracia que mira hacia la eternidad, que desprecia lo que nos ofrece este mundo, que nos invita a mirar en nuestro interior, a descubrir nuestras heridas, nuestros miedos, nuestras incapacidades y desde esta realidad vulnerable, que es el hombre, encontrarnos con la misericordia del Padre, que recrea nuestro ser, que le devuelve la vida, que le enseña a vivir como el Hijo de Dios siendo uno con el Padre. Esta cuaresma no es para nosotros; ninguna de las gracias que recibe el cristiano son para él, sino que están en función de los demás. Dice San Pablo que la creación está sufriendo por el miedo a la muerte que el demonio ha inseminado en su vida y le aprisiona, le esclaviza. Esta creación espera con ansias nuestra manifestación, por esto es tan importante vivir esta cuaresma de verdad, descender con Jesucristo hasta los infiernos y volver victoriosos, para mostrar al mundo que Dios existe, que tiene poder de curar, de salvar y de dar sentido a la vida de todo hombre. Feliz y fructífera Cuaresma.