«Fue llevado (anejze) por el Espíritu al desierto…(Mt 4,1)..
«El Espíritu lo empujó (ekballei) al desierto. ((Mc. 1,12)…
«Lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y el Espíritu lo fue guiando
(egeto) por el desierto…» (Lc, 4,1)
«Fue llevado (anejze) por el Espíritu al desierto…(Mt 4,1)..
«El Espíritu lo empujó (ekballei)al desierto. ((Mc. 1,12)…
«Lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y el Espíritu lo fue guiando
(egeto) por el desierto…» (Lc, 4,1)
La cuaresma de Jesús, tras la voz del Padre que lo confirmaba en el Jordán,
y como preparación de su vida pública de iluminación al mundo, tiene en los
sinópticos términos comunes, que son la base de nuestras prácticas
cuaresmales: Desierto, Espíritu, ayuno, Palabra, tentación diabólica, hambre,
oración, servicio angélico… Pero cada uno de los evangelistas tiene también
algo peculiar, como mirando a sus comunidades propias. Los que después
creemos en su palabra, nos identificaremos mejor con alguno de ellos, si
reparamos en esos matices, a los que voy a dedicar algunas páginas, en
esta cuaresma nuestra.
Lo peculiar, es el verbo empleado en cada evangelio, para describir la acción
del Espíritu Santo: empujando, llevando o conduciendo a Jesús, al desierto
primero, y al encuentro con la gente después, con la toma de decisiones
importantes, como la elección y llamada de los doce, los milagros como
signos del Reino presente, y en definitiva, con la comunión que aún se nos
propone. El encuentro con la acción del Espíritu, no es solo Pentecostés,
también el desierto es lugar de encuentro.
Quizás Juan, por boca del Bautista, sin nombrar el desierto, nos da la
esencia. Presenta a Jesús como «el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo» (Jn 1,36), y recuerda mucho al macho cabrío que soltaban cada año
en el desierto cargado con los pecados del pueblo. Lo acompañaba un
hombre al desierto, para sufrir los envites del diablo Azazel, adueñado del
desierto. Jesús lo venció con el ayuno y la Palabra de Dios.
Hay que actualizar la esencia de las tentaciones que sufrió Jesús, para
descubrir la estrategia diabólica, que sigue repitiéndose hoy. El uso saciativo
del poder sobre el orden físico, energético y político-social, en provecho
propio, siguen siendo las armas de combate del espíritu enemigo del
hombre, imagen de Dios, para romper el proyecto del creador, su eudokía.
Hoy parece que hubiesen abierto la puerta a todos los poderes del infierno,
no solo por las muertes a cristianos, como sacrificio y testimonio, sino por la
enorme división y ruptura de principios no solo religiosos, sino de cualquier
cultura humana. El diablo, (dia-bolos), no es una cabra con cuernos, sino una
situación de ruptura con el proyecto, con la decisión tomada en la serenidad,
que hace iglesia, grupo unificado. La preposición griega ‘dia’, significa dividir,
romper en pedazos, y ‘bule’, puede significar proyecto, decisión. El dia-bulo,
es el rompedor del proyecto de Dios, y el acusador de la ruptura, si se
produce. Es un estado de conciencia, real como la muerte misma, que se
opone a todo, que lo rompe todo, que lo interrumpe todo.
El desierto solo es un escenario geográfico donde ocurre la acción del
espíritu, el malo y el Santo, la tentación de Satanás, y la acción salvadora de
Dios. Lo único que importa para evangelizar hoy, será entender la acción y
pasión del Verbo liberador. Incluyendo el camino del pueblo al Sinaí y la Ley,
ambos experiencia de puro desierto.
Manuel Requena
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