«En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. Entonces lo avisaron: “Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte”. Él les contestó: “Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra”». (Lc 8, 19-21)
¡Cómo me gusta esta lectura de hoy! Esta palabra —como en alguna otra ocasión— confunde nuestra mentalidad de hombre viejo, apegado a sus estructuras mentales e inamovible en los conceptos. Nuestro Papa Francisco nos sorprende en muchas ocasiones porque habla —como Jesús— con claridad meridiana, sin rodeos, sin retórica y nos lleva directamente al Evangelio.
El Señor ha suscitado durante toda la historia de la Iglesia católica carismas en función de los cristianos (Franciscanos, Jesuitas, Maristas, Dominicos, etc.) para que lleguemos a ser madres y hermanos de Cristo. Pero cuando el hombre se apodera del don y lo reviste de conceptos, de normas humanas que limitan al espíritu creador, este se contamina, se corrompe y se convierte en una simple institución más para satisfacer el ego de algunos que, lamentablemente, viven en otra onda.
Pensamos que para ser cristianos hay que hacer. Sí, hacer buenas obras, ir a misa, rezar mucho, etc. Todo eso está muy bien, pero el cristiano lo hace sin esfuerzo; su vida le lleva a dar ese fruto con facilidad. María se ha ganado el título de Madre de Cristo porque ha dicho “hágase”, no porque haya prestado su útero para que Él naciera en la carne.
Pablo no ha conocido personalmente a Jesús y, sin embargo, es madre y hermano del Hijo de Dios porque ha hecho carne en su vida el evangelio. El cristiano es aquel hombre que ha sido renovado por dejar que el Evangelio dirigiese su vida; aquel que busca ser cristiano por la acción, por su voluntad, por su fuerza se equivoca. Y cuando vaya a buscar a Jesús creyendo que es hermano de Él, le dirá no te conozco. ¡Pero si hemos comido contigo, hemos hecho catequesis, hemos participado en montón de actividades…! No sé quién eres.
“Escucha Israel”. Este es el primer mandamiento que da la vida: “Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra” (“Hágase en mí según tu Palabra”). Ese participará conmigo del Reino que me ha entregado el Padre.
Que esta Palabra de hoy no te entristezca, ya que no lo dice para menospreciar a sus familiares y en particular a su madre María, sino que esta Palabra va dirigida a ti y te invita a ser carne de Jesucristo oyendo su Palabra y dejando que esta te cambie la vida.
Ángel Pérez Martín
1 comentario
eee si es verdad de lo k pasaba