En aquel tiempo, Jesús tomó la palabra y dijo:
«Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso. para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera». (Mateo 11,28-30)
Todos los hombres del mundo, sea cual sea su realidad, condición social, nivel de inteligencia, etc., sabemos lo que es estar fatigados y sobrecargados, repito, todos sin excepción. Vamos a ver este evangelio a la luz del binomio profundamente bíblico de la sabiduría y la necedad. Los necios enfrentan la sobrecarga y la fatiga de la vida desde sí mismos, engañados, por no decir emborrachados, por su autosuficiencia. Jesús llama la atención incluso a los fariseos y doctores de la ley de la necedad de buscar la vida excluyéndole a Él. “Vosotros investigáis las Escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí; y vosotros no queréis venir a mí para tener vida” (Jn 5,39-40). Los sabios no son mejores que los necios, también cargan sobre sus espaldas una historia pesada, fortísima, pero manifiestan su sabiduría al considerar fiable la invitación que les hace Jesús: “Venid a mí los que estáis fatigados y sobrecargados… y hallaréis descanso para vuestras almas”. Nadie puede aliviar el cansancio del alma, nadie. Sólo Jesús, el Hijo de Dios.