En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará» (San Mateo 6, 1-6. 16-18).
COMENTARIO
La Iglesia nos propone, en este miércoles de la semana undécima del tiempo ordinario, este evangelio de san Mateo que se encuentra dentro del sermón de la montaña; este sermón —único entre los evangelistas, ya que solo lo encontramos en Mateo y, de forma corta, en Lucas— identifica con claridad el Jesús que este antiguo recaudador de impuestos ha descubierto en su vida. En la Iglesia de los primeros años la predicación comenzaba con el anuncio del kerigma y, posteriormente, aquellos que lo habían acogido recibían una catequesis. El sermón, evidentemente, no es un kerigma, por lo que va dirigido a judíos convertidos que han aceptado el anuncio de la buena noticia de Cristo salvador. En esta catequesis el evangelista presenta —desde la novedad de Cristo— una nueva «justicia» y, posteriormente, cómo vivir esta nueva «justicia».
Esta «justicia» nos invita a pararnos hoy, para descubrir qué tipo de justicia dirige nuestros actos, porque tú justicia y la mía es el termómetro de la «santidad» que habita dentro de nosotros. El sermón de la montaña parece exigente; no es que lo parezca, sino que es exigente para aquel que lo recibe como una normativa. Sin embargo, el sermón de la montaña describe al hombre, que liberado del mundo por haberse encontrado con Cristo, es totalmente libre; ya no vive desde una «justicia» producto de la ley cumplida por él, sino desde una «justicia» que es obra de la gracia. La gracia —Jesús, «justicia» del Padre— libera al hombre de vivir para sí —justicia antigua— y lo transforma en este hombre novedoso, bienaventurado, santificado interiormente que vive la «justicia» de la gracia, de la donación.
Por esto, en este texto —que viene precedido por la presentación de esta nueva «justicia», que es Cristo—, el evangelista nos enseña cómo vivir estas actitudes de oración, de limosna y de ayuno, que según la nueva «justicia» ya no son una «imagen» necesaria para identificarnos como «buenos cumplidores de la ley» ante los demás, sino que son actitudes del hombre nuevo que necesita, en lo secreto, vivir en unión con el Padre la nueva «justicia» recibida gratuitamente de Cristo, de tal forma que no se vea en nosotros, «moralistas», sino hombres liberados que, viviendo la nueva «justicia», muestran al mundo la santidad que refleja la imagen y semejanza de Dios.