Para resumir la historia reciente de la dictadura del relativismo imperante en la sociedad actual, nos ayuda la parábola del “noble que marchó a un país lejano para recibir la investidura real, y volverse. Pero sus ciudadanos le odiaban y enviaron detrás de él una embajada que dijese: “No queremos que ése reine sobre nosotros.” (Lc 19, 12.14; Cfr. 1 Sam 8, 7b.18 y nota BdJ a 1 Sam 8+).
El Magisterio pontificio desde León XIII hasta hoy ha ahondado en el cómo y cuándo del Reinado de Cristo: “Es necesario que Cristo reine.” (1 Co 15, 25). Lo repetimos cada vez que recitamos el Padre Nuestro: “Venga a nosotros tu Reino”.San Pío X había definido su lema pastoral con las palabras de San Pablo: “Restaurar todas las cosas en Cristo.” (Ef 1, 10).
<<Presentimos el júbilo de aquel faustísimo día en que el mundo entero espontáneamente y de buen grado aceptará la dominación suavisima de Cristo Rey>>. León XIII, Annum Sacrum (25/5/1899).
Veinte años después, la adhesión al deseo del Papa se cumpliría en España, cuando el rey Alfonso XII leyó, delante del Santísimo expuesto públicamente en El Cerro de los Ángeles, corazón y centro geográfico de la Península, la Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús. (30/5/1919). Al Sagrado Corazón de Cristo han sido confiados los destinos de España, del mundo, y de cada familia, y más recientemente a su Divina Misericordia por San Juan Pablo II, con ocasión de la Canonización de Santa Faustina Kowalska. (30/4/2000).
Según las revelaciones de la Divina Misericordia a Santa Faustina, esta chispa del Amor de Dios partirá de Polonia para el mundo entero, y preparará la Segunda Venida de Cristo. La pregunta surge: Entonces, “¿por qué la vendimia cualquiera que pasa, la devastan los jabalíes del soto, y la tasquean las alimañas del campo?”. (Cfr. Sal 80, 13-14).
“Cazadnos las raposas, las pequeñas raposas que devastan las viñas, nuestras viñas en flor.” (Segundo poema del Cantar de los Cantares 2, 15.)
Más al presente, no vemos todavía que le esté sometido todo (…) pero a Jesús, le vemos coronado de gloria y honor por haber padecido la muerte, pues por la gracia de Dios gustó la muerte para bien de todos. Convenía, en verdad, que Aquel por quien es todo y para quien es todo, LLEVARA MUCHOS HIJOS A LA GLORIA, perfeccionando mediante el sufrimiento al que iba a guiarlos a la salvación (…) así compartió él la sangre y la carne, para REDUCIR A LA IMPOTENCIA MEDIANTE SU MUERTE al que tenía el dominio sobre la muerte, es decir, AL DIABLO, y LIBERAR A LOS QUE, POR TEMOR A LA MUERTE, ESTABAN DE POR VIDA SOMETIDOS A ESCLAVITUD. (…) Por eso TUVO QUE ASEMEJARSE EN TODO A SUS HERMANOS, PARA SER UN SUMO SACERDOTE MISERICORDIOSO (…) y EXPIAR LOS PECADOS DEL PUEBLO. (Hb 2, 8b-17).
Enseñaba Pío XI, en la Encíclica Quas primas (11/12/1925. &23-24.30-34), que el <Laicismo, sus errores se incubaban desde mucho antes en las entrañas de la sociedad. Se comenzó por negar el imperio de Cristo sobre todas las gentes; se negó a la Iglesia el derecho a enseñar (…) y dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad. La religión cristiana (..) <<se la sometió al poder civil y a la arbitraria permisión de los gobernantes y magistrados (…) (pretendiendo) sustituir la religión de Cristo con cierta religión natural. Estados creyeron poder pasarse sin Dios, y pusieron su religión en la impiedad y en el desprecio de Dios.
<<Se dan, como decía el Papa Pío <<XI en Urbi arcano, <<amarguísimos frutos: el germen de la discordia (…) los odios (…) las codicias desenfrenadas (…) destruida de raíz la paz doméstica (…) sacudida y empujada a la muerte la humana sociedad>>.
Son estimados en 60 millones de seres humanos los que perdieron la vida en la segunda GM, protagonizada por las dos dictaduras del siglo XX, el nazismo, el comunismo, y -de otra parte-, por un brutal desprecio del hombre surgido de la pésima gestión social de la revolución industrial. Las raíces de estas mentiras ideológicas y económicas hay que buscarlas, desde 1792, en la Revolución Francesa, madre del laicismo. Colateralmente, en las falsas teorías económicas que separan la conciencia de las actividades productivas. Más profundamente, en los engaños del demonio, padre de la mentira y asesino desde el principio:
<<Quien por sus mentiras, es la causa de todos los desórdenes morales>>: BdJ, nota a Jn 12,31).
“Ahora el príncipe de este mundo será derribado. Y yo cuando sea elevado de la tierra. atraeré a todos hacia mí.” (Jn 12, 31-32.)
Dios, al resucitar a su Hijo dice: “Hoy, yo te he engendrado…” (Sal 2,7). “Yo mismo he consagrado a mi Rey, en Sión, mi monte santo.” (Sal 2, 6).
<<Para condenar y reparar de <<alguna manera esta pública apostasía, producida con tanto daño de la sociedad, por el laicismo (&25), ¿no parece que debe ayudar grandemente la celebración anual de la Fiesta de Cristo Rey entre todas las gentes?
Como anteriormente Pío X, el Papa Pío XI, renueva la Consagración al Corazón de Jesús, el día 31/XII/1925.
Lo hará nuevamente,
<<Recordando la Institución de la Fiesta de Cristo Rey, con la Consagración universal al Corazón de Jesús. (Misserentissimus Redemptor, 8/5/1928).
Estamos a dos pasos de la persecución religiosa en España, y entre las dos grandes guerras.
El Papa Pío XI, en esta Encíclica, propone a la fe de los fieles LA EXPIACIÓN VOLUNTARIA, para que unida a la de Cristo *se impetren del Cielo días de Paz, *se reparen los pecados públicos y personales, *se de una nueva convivencia entre los pueblos, en base al Amor y la Unidad.
<<A la Consagración. (Fiesta de Cristo Rey) (… se añade el) deber de tributar al Stisimo. Corazón de Jesús, aquella satisfacción honesta que se llama REPARACIÓN>>. (MR & 5).
<<Quien quiere alejar de la Iglesia, y de la escuela (…) las sabias enseñanzas del Antiguo Testamento, blasfema (…) reniega de la fe en Jesucristo (…) no comprende nada del drama universal del Hijo de Dios, quien opuso al error de los que le crucificaban, como Sumo Sacerdote, la acción divina de la muerte redentora e hizo así encontrar al Antiguo Testamento su cumplimiento, su fin, y su sublimación en el Nuevo Testamento>>. Pío XI, Mit Brennenger Sorge (14/3/1937).
Me he preguntado qué era ese grito unánime en labios de los mártires de España (1936-1939), muertos en odio a la fe: ¡ Viva Cristo Rey! No era una consigna ideológica o revolucionaria, ni una convicción política. Hay que escucharles cómo a héroes que en el suplicio vieron llegar a Cristo en gloria para recibirles en sus brazos, darles la recompensa, y entronizarles con Él en su reino: <Pero Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo, – por gracia habéis sido salvados- y con Él nos resucitó y nos hizo sentar en los Cielos en Cristo Jesús… (Ef 2, 4-6).
Los niños mártires del Japón fueron atravesados en aspa por largas lanzas que les alcanzaban a cada uno en su Cruz. Murieron rezando, perdonando, profesando su fe decían como un Hosanna litúrgico: ¡Paraíso, Paraíso!
Cristo, como Sumo y Eterno Sacerdote, pronuncia el Nombre que nadie sino Él puede pronunciar con pleno derecho y poder. Lo pronuncia, no en el Sancta Sanctorum del Templo el Día del Kippur, sino en el espacio doméstico de la Pascua familiar, y en el Golgota de su condenación por parte de los pecadores, y de su exaltación por parte de Dios. “Éste es el cáliz de mi sangre derramada por vosotros y por muchos para el KIPPUR de los pecados.”
“ABBA, perdónalos, porque no saben lo que hacen.“
“Si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana, estáis todavía en vuestros pecados.” (1 Cor 15, 17; Rm 6, 8-10; 8, 2).
Juan Ignacio Echegaray