Es lo que algunos llaman “la crisis matrimonial del medio término” o “crisis de madurez”. Suele ser una crisis de personalidad que tiene lugar entre los 35 y los 45 años, coincidiendo más o menos con la mitad de la expectativa de vida, en la que la persona hace un balance entre las metas fijadas y los logros obtenidos: ¿Qué he hecho con mi tiempo, con mis talentos, con mis posibilidades? Aunque estadísticamente son más frecuentes las separaciones y divorcios en esta edad, bien encauzada, esta ocasión de análisis puede tener un valor positivo. La clave está en convertir la crisis en el comienzo de una etapa de mutuo conocimiento, maduración y crecimiento como persona y como matrimonio.
Ciertamente, son muchas las dificultades a las que enfrentarse durante la vida matrimonial, pero nunca deben olvidarse los objetivos comunes que llevó a la pareja al matrimonio: hacer muy feliz al otro, vivir juntos hasta que la muerte les separe, en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y formar una familia.
En un verdadero matrimonio, ambos tienen que aprender a desarrollar la vida conyugal en todas sus manifestaciones, descubrimientos y vivencias físicas, afectivas, sexuales, intelectuales, sociales, económicas, culturales y espirituales. Evidentemente este aprendizaje supone un esfuerzo para tratar de armonizar y conjugar lo que cada uno es como persona y lo que aporta al matrimonio. Se trata de establecer el marco en el que se va a desarrollar la vida en común para buscar la identidad del nosotros, haciendo desparecer el yo de cada uno.
causas y síntomas
- Se empieza a enfriar el primer e intenso amor que los llevó al matrimonio y aparece la sensación de que ya se ha cumplido con las metas matrimoniales. Se puede caer en el error de dar por terminados los objetivos que ambos tenían en común, cuando todavía les queda tanto por hacer conjuntamente.
- Se pierden las convicciones y valores que les daban seguridad a la hora de actuar, sustituyéndolos por actitudes materialistas que les llevan a ver la vida bajo otros enfoques.
- Comienza a sentirse el cansancio, motivado por todas las obligaciones que se tienen y que cada vez pesan más. Las tareas familiares son consideradas como un exceso de responsabilidad imposible de afrontarlas. El matrimonio empieza a ser una carga difícil de llevar.
- Aparecen los cambios físicos, que suelen ser deterioros corporales, los cuales dependerán en gran medida del estado de salud, de la alimentación y del ejercicio físico, que se haya realizado en los años anteriores. Existe una mayor tendencia a engordar, van apareciendo las primeras arrugas y el cabello se cae o se vuelve más canoso.
- Comienzan a registrarse las primeras limitaciones físicas, cambios emocionales y de conducta. Se entra en la frontera de la madurez, que algunos perciben como el principio de un tobogán que se precipita hacia la vejez.
- Es la época donde algunas parejas se sienten atraídas por lo que existe fuera de su vida conyugal y familiar. Sienten ganas de experimentar algo diferente a lo que llevan haciendo desde que se casaron, salir de la rutina cotidiana. Muchas desean poner a prueba su atractivo para intentar nuevas conquistas amorosas. Empiezan los coqueteos con otras personas y las comparaciones con la pareja. Sin ninguna razón profesional, se alarga cada vez más la estancia en el trabajo o con los compañeros, para llegar a casa cuando los niños estén dormidos y la situación familiar resuelta.
- Al hacer un balance económico, social y profesional, algunos se dan cuenta de que no han llegado, y muchas veces ni aproximado, a los objetivos que se propusieron cuando se casaron. Esa frustración por lo proyectos juveniles postergados y el sentido de impotencia por solucionar el problema pueden ocasionar momentos de depresión y ansiedad. Creen que han desperdiciado unos estupendos años de la vida, cuando el intelecto y el cuerpo, estaba en los mejores momentos de su máxima potencialidad.
- Aparece la preocupación por las enfermedades, comienzan los chequeos médicos y en algunas personas se inicia una actitud hipocondríaca. Se modifica el carácter, motivado por la excesiva preocupación por la salud, la aparición de enfermedades imaginarias, una cierta pérdida de interés por el trabajo profesional, etc.
- El concepto de belleza externa cambia; aumenta la belleza interna, la armonía personal y la tranquilidad de espíritu propia de la madurez, que nada tiene que ver con la ingenuidad ni con la frescura corporal de los años jóvenes. Puede aparecer una postura apática ante el sexo con su pareja, en el fondo por miedo a la vejez y las consecuencias sexuales que ello conlleva, lo que puede originar estados depresivos o de angustia al no sentirse jóvenes, ni atractivos sexual o físicamente como antes. Surgen sentimientos de desesperanza, ya que, por un lado, los hijos comienzan a ser independientes y se alejan poco a poco del hogar —el llamado síndrome del “nido vacío— y, por otro, se tienen que enfrentar a la rutina matrimonial.
motivos de lucha y superación, nunca de derrota
Para solucionar definitivamente la crisis matrimonial de los cuarenta, hace falta mucho valor, conocimiento, humildad y amor por la familia, para tomar las decisiones adecuadas. No basta con engañarse, poner pequeños remedios inconsistentes y mucho menos optar por la separación. La alternativa a la crisis y sus consecuencias nunca puede ser la irreversible decisión del divorcio, que conviene rechazar a toda costa, aunque sea lo que apetezca y lo que recomiendan muchos de los ya divorciados. Lo importante es que los matrimonios pongan todas las energías posibles en crear y mantener un proyecto de unidad —religiosa, familiar y social— por muy difícil que la situación se presente. Presentamos algunas soluciones válidas:
• Tomar esta etapa, como una oportunidad para replantear la relación con la pareja y con toda la familia en general. Pensar que este tiempo es el ideal para ampliar conocimientos, retomar algún curso académico o profesional, y en definitiva, realizar todo aquello que en otras épocas la tarea diaria lo impedía. El paso de los años no ha de significar en ningún caso angustia ni temor.
• Alimentarse sanamente y mantener el peso ideal, eso alejará el fantasma de la obesidad, la hipertensión arterial, los altos índices de colesterol en sangre y la diabetes. Vigilar la salud de los huesos, para prevenir la aparición de osteoporosis. Visitar al médico al menos una vez al año o cada seis meses, si se han tenido con anterioridad problemas de salud. Si se atraviesa por un período depresivo pedir ayuda profesional y nunca consumir fármacos sin prescripción facultativa.
• Aplicar el sentido común, ya que la crisis de madurez en la pareja, puede superarse, con una buena dosis de entrega, lealtad y fidelidad al cónyuge y a los hijos. Tratar de erradicar el egoísmo, perdonar los errores cometidos, si es el caso, y resolver las diferencias que existan, aceptando las propias limitaciones de la edad y de las circunstancias, así como el papel concreto, que cada uno tiene en la familia y en la sociedad.
• Diseñar un programa de convivencia para cuando llegue el tiempo de “volver a estar solos“, como lo estuvieron cuando empezaron su vida matrimonial. Entender que las cosas grandes se consiguen atendiendo lo ordinario, lo cotidiano, asumiendo las obligaciones propias de la familia que han formado. Poner un gran énfasis en la seriedad de la fidelidad conyugal y familiar.
• Evitar la realización de errores irreversibles, como el abandono del hogar, salidas con personas más jóvenes, fomentar las infidelidades con compañeros de trabajo, abandonarse en el alcohol, las drogas, los juegos de azar, en los amigos que lleven una vida disoluta. Conviene huir de las grandes inversiones en coches de lujo para aparentar y llamar la atención, llevar ropas estrafalarias, etc. Las personalidades inseguras son las que más realizan estos errores. El riesgo está en perder la estabilidad y unidad familiar por conseguir un estímulo pasajero.
• Evitar superar la crisis buscando salidas escapistas, probando nuevos enfoques profesionales y afectivos, para conseguir el éxito no obtenido anteriormente. Rehusar tomar excesivos riesgos para ganar mucho dinero y así conseguir una situación de hegemonía, elevado prestigio y reconocimiento público. En determinados casos algunos se vuelcan en la política o se complican la vida con otra persona distinta de su pareja, para halagar su propia vanidad. En las relaciones sociales pueden dejarse arrastrar por lo novedoso —el gimnasio, el golf u otros deportes—, que lo saque de sus obligaciones familiares.
• Explicar a los hijos, a cada uno en los términos correspondientes a su edad y situación, los síntomas, las consecuencias y las soluciones relacionadas con este tipo de crisis matrimonial. Los hijos puede que no entiendan muy bien lo que pasa, pero notan que algo no funciona como antes. Huir de la inercia de mirar para atrás, pensando si se ha perdido el tiempo a causa de las tareas domésticas y de otras obligaciones, dejando de vivir imaginativas experiencias.
• No obsesionarse en analizar lo que no se tiene y echarlo de menos continuamente. Una rutina excesiva, que carezca de estímulos gratificantes de ocio y tiempo libre, junto a excesivas responsabilidades, atraen situaciones muy difíciles, pero no imposibles de solucionar.
• Plantearse el cuidado del cuerpo, pero sin practicar excesivos ejercicios de modificación de la figura corporal, cirugías o tratamientos innecesarios. Es suficiente con realizar ejercicios sencillos, para que los músculos y la mente se mantengan en buen estado, la circulación sanguínea se optimice y el corazón no sufra sobresaltos.
• Practicar como pareja el voluntariado en organizaciones religiosas, sociales o políticas. Hay mucho que hacer y cada vez es más necesaria la incorporación de parejas en estas actividades, para que aporten el equilibrio de opinión, madurez y experiencia que todos los matrimonios debieran tener. El trabajo en equipo hará que, al compartir tareas, objetivos y sentimientos, no se dé ocasión al enfriamiento ni al distanciamiento en las actividades cotidianas.
• Tratar de esclarecer los conflictos pequeños, que muchas veces por su frecuencia, son la causa del enfriamiento del amor matrimonial.
15 sentencias sobre el matrimonio
• Antes del matrimonio hay que tener los ojos bien abiertos, después suele ser ya muy tarde.
• Casarse sin conocerse es jugarse la felicidad a cara y cruz.
• El amor del noviazgo abre el paréntesis, el matrimonio lo cierra.
• El matrimonio es al amor lo que el aire al fuego; cuando no lo enciende, lo apaga.
• El matrimonio es una barca que lleva a dos personas por un mar tormentoso; si uno de los dos hace algún movimiento brusco, la barca se hunde.
• El matrimonio es una ciencia que nadie estudia, se aprende haciendo camino.
• Envejecer juntos es la máxima felicidad del matrimonio, cosa que los jóvenes suelen ignorar
• Es difícil encontrara a la persona adecuada para el matrimonio. El primer paso es, ser nosotros la persona adecuada.
• Hay que decir a la pareja, al menos una vez al día, lo sensacional que es y lo que le amas.
• Hay que elegir a la pareja con mucho cuidado. De esta decisión dependerá el 90% de la felicidad o la tristeza; pero después de elegir cuidadosamente, empieza el verdadero trabajo.
• La oración, el amor, la educación y el respeto son los secretos para tener éxito en el matrimonio.
• Los matrimonios felices y duraderos, los grandes amigos y la buena salud, se obtienen a través del esfuerzo.
• Si el amor ha sido una comedia al casarse, forzosamente terminará en drama.
• Si se ama a la pareja, no se le puede engañar.
• Un buen matrimonio divide las penas y multiplica las alegrías.
Francisco Gras