Dijo Jesús a sus discípulos: “Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará” (San Juan 16, 12-15).
COMENTARIO
Esta buena noticia que nos trae el Evangelio de hoy “el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena”, se pone en uno de los centros de interés de los seres humanos y nos invita hacer una pregunta o reflexión: ¿qué es, o quién sabe algo sobre la verdad? Al parecer el ser humano está más interesado en conocer la verdad que la mentira, y por lo tanto prefiere mejor las certezas a las dudas, porque las cosas verdaderas son fiables, íntegras, seguras, honestas y se prefiere la verdad al error o la falsedad; duele que alguien engañe, que utilice la estrategia de la mentira, que especule con la buena fe. La noticia falsa, la especulación interesada propuesta con medias verdades, el bulo, parecen ser el método del poder y de los que aspiran a él para someter, esclavizar y dominar. También sirve para remover las aguas y a río revuelto… ganancia de pescadores. Frente a esto Jesús se presenta como verdad, la verdad. Ante Pilato, fue el título que desconcertó al procurador: “Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz»” (San Juan 18, 37).
La verdad a la que hace referencia el Evangelio es importante y sutil, tiene que ver con nuestra vida, con las relaciones entre los seres humanos y el mundo que nos rodea. Este Evangelio de hoy no se impone, se propone, y nos invita a esperar lo que viene, a ser pacientes, serviciales, a no ser envidiosos, rencorosos, no buscar nuestro interés. Lo que viene y nos conviene es conocer la verdad que da plenitud a nuestros deseos y expectativas.
La verdad no la podemos definir pero tiene que ver con lo pequeño, lo cotidiano, con la belleza, con el Universo, con la humildad. Más que nunca y en las circunstancias actuales somos sensibles a la salud, a lo que cura, a lo que permite vivir y es saludable. Jesús se presenta como fuente de vida. Él nos da su propia vida para fortaleza de la nuestra. La vida que nos promete es la vida eterna, la que nadie puede arrebatarnos. Él se ofrece a sí mismo para que tengamos vida y vida en abundancia desde el aquí y el ahora.
La salud que recibimos de Jesús se experimenta en el interior. Es paz, serenidad, confianza, fuerza, ánimo, capacidad para reinterpretar todo desde Él, incluso la enfermedad y hasta la muerte, porque la representación de este mundo se acaba. Quien cree, se puede demostrar, asume de diferente manera toda circunstancia, incluso la muerte. Vamos de camino, vamos hacia Dios. Dice Jesús: yo soy el camino, la verdad y la vida (San Juan 14, 6).
Todo esto tiene que ver con el amor gratuito y solo es posible según nuestra relación con los demás, sin un Tú por quién madrugar o acostarse tarde, la vida tiene poco o ningún sentido.
Queremos ser dioses y se nos regala ser únicos.
Queremos ser fuertes y eternos y somos frágiles y sujetos al tiempo.
Nos regalan la eternidad y esta es la verdad que se nos promete. Se nos invita a experimentar.