Debo estar en “baja” o enfadada, porque no salgo del temita de las tribulaciones. Ellas no se van aunque lo intentes y lo peor es que “engordan” como ceporras con la suma de otras que… ¡Qué casualidad todas a un tiempo! (ley de Murphy), parece que tengan imán o un altavoz que diga “Aquí aquí, que ya me he infiltrado…”
Y a ellas nos quedamos pegados como los “pósits”… Mucho decir que “Sea Tu Voluntad” pero amigos ¡Qué impaciencia por Dios!, todo sigue igual, nada mejora…
Y es que no va a llegar “la solución” hasta que Dios
no lo quiera. No es cuestión de tiempo, ni tampoco que de nuestros lloros se apiade, ¡pues no!, simplemente Él sabe lo que hace y debemos tirar de la confianza: “Señor confío en Ti”.
Si nos desesperamos (falta de fe), rompemos nuestros lazos con Dios. Siempre pienso que si en verdad confiáramos, esto no pasaría y nuestra vida sería mucho más tranquila sabiendo que es humano y divino sentir ansiedad y llorar.
Termino diciendo que hay que rezar por el don de la fe y la confianza. Dios no nos desea ningún mal que quede claro, pero el sufrimiento existe desde nuestros primeros padres. A veces sin culpa, otras con ella, siempre habremos de padecer nuestros errores o los de otros.
Señor, consuélanos con la esperanza de que un día veamos la luz y la paz, o mejor, aumenta nuestra fe para que vivamos los segundos de nuestra vida con un giro de 180º, así tengamos todos los dolores de la Cruz.
-¡Así será! Confía en Mí.