«Después que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús en seguida apremió a los discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran hacia la orilla de Betsaida, mientras él despedía a la gente. Y después de despedirse de ellos, se retiró al monte a orar. Llegada la noche, la barca estaba en mitad del lago, y Jesús, solo, en tierra. Viendo el trabajo con que remaban, porque tenían viento contrario, a eso de la madrugada, va hacia ellos andando sobre el lago, e hizo ademán de pasar de largo. Ellos, viéndolo andar sobre el lago, pensaron que era un fantasma y dieron un grito, porque al verlo se habían sobresaltado. Pero él les dirige en seguida la palabra y les dice: “Ánimo, soy yo, no tengáis miedo. Entró en la barca con ellos, y amainó el viento. Ellos estaban en el colmo del estupor, pues no habían comprendido lo de los panes, porque eran torpes para entender». (Mc 6,45-52)
Dios, al pueblo de Israel en el desierto le había dado un pan que colmaba el hambre pero no saciaba, hasta que llega Jesús y hace la multiplicación para los cinco mil, mostrándoles que Él viene a saciar, pues trae el Pan de Vida.
Jesús recomienda subir a la barca, como signo de evangelización, ya que la barca representa a la Iglesia, que en todo tipo de circunstancias va a velar por nosotros y nos va a llevar con el Espíritu Santo a la otra orilla. Cristo siempre se retira unos momentos a orar entre todas sus actividades. Algo fundamental, ya que incluso queriendo hacer bien, tantas veces hacemos acción social y no tenemos tiempo para la oración, cuando todo nace de ahí; nunca se debe cambiar la oración por la eficacia .
Estar en mitad del lago es la situación de todo hombre día a día. Expuestos a todo tipo de tormentas y vientos, pareciendo que Jesús pasa de largo, que nos abandona… Pero cuando todo indica que vas a perecer, miras al Cielo y Jesucristo se dirige a ti, y recibes ese ánimo que nada ni nadie te puede dar más que Él: “Soy yo, no tengáis miedo”, y ves que no zozobras, que entras en los acontecimientos, porque el miedo es la ausencia de Dios.
Fernando Zufía