Escribo este artículo porque muchos padres me lo han pedido. La adolescencia, como todos sabemos, es la edad de los grandes cambios. Los padres muchas veces, están desconcertados y no saben cómo actuar.
La adolescencia es un largo conflicto entre la dependencia de los padres y la autonomía. Por eso se producen muchas discusiones con los padres. Nunca debemos sobreprotegerlos, sino enseñarles a adquirir más autonomía y responsabilidad.
Para mí lo más importante para educar es el amor. La demostración del cariño es tan importante como el cariño mismo. El adolescente necesita, aunque parezca que lo rechaza, más dedicación, atención y amor por parte de los padres. Los adolescentes necesitan que los padres les pongan límites porque les ayuda a sentirse queridos y seguros.
El adolescente busca una identidad personal que le diferencie de la dependencia que antes tenía de sus padres. Necesita mejorar su individualidad y su autoimagen. Por eso, le preocupa mucho su apariencia física y sentirse reconocido y admirado por los demás.
Aumenta mucho su preocupación por su personalidad, reflexiona sobre sí mismo. Se encierra en su habitación, ya no acompaña a sus padres, etc. Es frecuente que empieza a adoptar una jerga característica de su grupo de edad y comienza a cambiar su imagen, su forma de vestir, su corte de pelo, etc.
El adolescente adquiere un mayor gusto por el riesgo, por probarlo todo, incluso por probarse a sí mismo en muchas situaciones.
más libertad, mayor responsabilidad
Los padres no somos colegas ni amiguetes de nuestros hijos. Es bueno que le concedas más libertad, pero también mayor responsabilidad.
Es muy positivo que hables con tu hijo y le permitas expresar sus sentimientos, ideas, objetivos; y, después, fijar objetivos realistas que pueda cumplir, utilizando refuerzos (factores de motivación), explicándole por qué una conducta es buena o es mala. Para mí el mejor método de conseguir una libertad responsable, es dialogar, razonar, aconsejar, apoyar y reforzar.
Todos aprendemos por los refuerzos de nuestra conducta. Los refuerzos de los padres se han de dar siempre que el adolescente tenga una conducta positiva. Los refuerzos pueden ser materiales (regalos), de actividad (ir al cine), sociales (alabanza, sonrisa). Los más importantes son los refuerzos sociales y afectivos.
Los padres tenemos que reconocer nuestros errores y pedir perdón a nuestro hijo, cuando sea necesario, porque así le estamos enseñando a hacer él lo mismo. Pero lo que más me consultan los padres es qué conductas adolescentes pueden ser indicadores de que su hijo puede estar ocultando o desarrollando un trastorno psicológico. La detección precoz es fundamental para evitar un trastorno más importante en la adolescencia o en la edad adulta.
A continuación, expongo las conductas problemáticas que pueden estar ocultando un trastorno psicológico en el adolescente.
Indicadores de un trastorno psicológico en la adolescencia
A. Área social
1. No sabe escuchar. 2. No da nunca las gracias. 3 Nunca inicia una conversación. 4. No sabe mantener una conversación. 5. No formula preguntas. 6. No dice nada positivo de los demás. 7. No sabe presentarse. 8. No hace cumplidos a los demás. 9. Nunca pide ayuda. 10. Nunca se disculpa o pide perdón. 11. No sigue las instrucciones de los padres. 12. No participa en actividades familiares.
B. Sentimientos
13. No expresa afecto. 14. No expresa sus sentimientos. 15. No comprende los sentimientos de los demás. 16. No sabe enfrentarse al enfado del otro. 17. Tiene muchos miedos. 18. 19. No tiene miedo a nada. 20. No le importa un fracaso. 21. Se comporta como un tirano.
C. Relación con los demás
22. Peleas frecuentes. 23. No sabe responder a las bromas. 24. No sabe defender sus propios deseos. 25. 26. No tiene autocontrol sobre su conducta. 27. No le importan los problemas de los demás. 28. No defiende a un amigo. 29. Se deja llevar siempre por el grupo. 30. Le cuesta empatizar con los demás. 31. Se porta mal en el colegio. 32. No respeta la autoridad del profesor. 33. Falta a clase.
D. Comunicación
34. No pide permiso. 35. No quiere compartir nada. 36. No ayuda a los demás. 37. No sabe negociar sobre un problema. 38. No sabe formular una queja. 39. No sabe responder a una crítica. 40. Todo le da vergüenza. 41. Nada le da vergüenza. 42. No demuestra deportividad en un juego. 43. No sabe adaptarse a una situación social. 44. No sabe responder a una acusación. 45. Se pone agresivo o se inhibe en una conversación difícil.
E. Personalidad
46. Es muy tímido. 47. Se obsesiona con todo. 48. Es muy inseguro. 49. Es hiperactivo. 50. Le cuesta tomar una decisión. 51. Se irrita con frecuencia. 52. No es capaz de analizar la causa de un problema. 53. Nunca se propone objetivos. 54. Tiene poca habilidad para resolver problemas. 55. Le cuesta concentrarse. 56. No le importa sacar malas notas. 57. Es muy introvertido. 58. En casa no habla, siempre está en su habitación. 59. Grita o insulta a los demás. 60. Consume alcohol u otras drogas. 61. Con frecuencia está triste o deprimido. 62. Falta de autoestima. 63. Desvinculación afectiva en la familia. 64. No tiene autocontrol emocional. 65. Amenaza con irse de casa. 66. Utiliza el chantaje para conseguir lo que quiere. 67. Desengaño amoroso. 68. Fracaso escolar. 69. Es muy impulsivo. 70. Fuga del hogar. 71. Se burla de los demás. 72. Perturba el clima familiar. 73. Amenaza con suicidarse. 74. Conductas antisociales.
Como cristianos, estamos llamados a guiar a nuestros hijos y no a juzgarlos. Como hace Dios con nosotros. El juicio rompe la comunión. Un hijo que confía en los padres y no les tiene miedo y cuyos padres le han transmitido la fe y los valores cristianos es un hijo que seguirá el camino hacia Dios.