Por aquellos días, habiendo de nuevo mucha gente y no teniendo qué comer, llama Jesús a sus discípulos y les dice: «Siento compasión de esta gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Si los despido en ayunas a sus casas, desfallecerán en el camino, y algunos de ellos han venido de lejos.» Sus discípulos le respondieron: «¿Cómo podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto?» Él les preguntaba: «¿Cuántos panes tenéis?» Ellos le respondieron: «Siete.» Entonces él mandó a la gente acomodarse sobre la tierra y, tomando los siete panes y dando gracias, los partió e iba dándolos a sus discípulos para que los sirvieran, y ellos los sirvieron a la gente. Tenían también unos pocos pececillos. Y, pronunciando la bendición sobre ellos, mandó que también los sirvieran. Comieron y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes siete espuertas. Fueron unos cuatro mil; y Jesús los despidió. Subió a continuación a la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta. (San Marcos 8, 1-10).
COMENTARIO
El Reino de Dios que irrumpe con Cristo; esta palabra nos anuncia el banquete mesiánico en el que será saciado el corazón del hombre: “Comerán se saciarán y sobrará”. Cristo es el nuevo y verdadero Moisés, el esperado que introducirá al pueblo en la Tierra Prometida. Una vez alimentados los hijos, que el Evangelio sitúa en la primera multiplicación, serán también saciados los “perritos”, porque ya no habrá judíos ni gentiles, griegos ni escitas, esclavos ni libres, sino hijos de Dios.
En la simbología evangélica, esta segunda multiplicación se dirige a los gentiles, que también son llamados al encuentro con la Palabra que sacia el corazón humano. El número siete en el Evangelio, nos habla de plenitud; todas las naciones son invitadas al banquete del Reino que viene con Cristo y en el que los invitados serán servidos por la Iglesia.
La muerte aniquilada de la que habla Isaías (Is 25, 8), anuncia el perdón de los pecados; la vida descenderá del monte santo como el agua que viene del cielo para fecundar la tierra y hacerla germinar para alimentar a todas las naciones.
Nosotros somos invitados a este festín y a este monte para ser saciados y poder así alimentar con la abundancia sobrante a los todos los hambrientos de la tierra.