¿Cuántas divisiones tiene el Papa?» La famosa pregunta que planteó Stalin a Pierre Laval, ministro francés de Asuntos Exteriores, en mayo de 1935, cobra ahora más actualidad que nunca. Es verdad que el Papa sólo cuenta con el servicio militar de un centenar de jóvenes suizos vestidos con trajes renacentistas y armados con lanzas, pero las divisiones espirituales son otras: mucho más numerosas, militarmente incapaces, pero espiritual y humanitariamente decisivas: las religiosas y los religiosos. Agustinos, benedictinos, franciscanos, carmelitas, dominicos, jesuitas… Éstos son algunos de los nombres de las familias religiosas que, a lo largo de la historia de la Iglesia, han ido surgiendo en respuesta a diferentes necesidades de la Humanidad y de la Iglesia.
Las estadísticas sobre el número de religiosas y religiosos parecen revelar una seria crisis. Una crisis debida, sobre todo, a la falta de jóvenes dispuestos a dejarlo todo para seguir a Jesús abrazando los votos de pobreza, castidad y obediencia en esas comunidades religiosas. Para algunos analistas, la actual crisis de la vida religiosa es, en cierto sentido, la manifestación más clara de la crisis de fe que sacude a las antiguas sociedades cristianas.
De este modo, se comprenden los motivos que han llevado al Papa Francisco a convocar, en 2015, el Año de la Vida Consagrada. El Año comenzó hace 4 días, con el primer domingo de Adviento, el 30 de noviembre, y terminará con la fiesta de la Presentación del Señor, el 2 de febrero de 2016 (la tradicional fiesta de los religiosos). Con esta iniciativa, además, el Papa recuerda los cincuenta años de la publicación de los documentos del Concilio Vaticano II dirigidos a las religiosas y religiosos, en particular el Decreto Perfectae caritatis, de 1965.
En estos cincuenta años, la vida religiosa ha experimentado grandes cambios. Por una parte, no siempre sin dificultades, ha sabido renovarse siguiendo la sencillez evangélica y los vertiginosos cambios del mundo moderno. Por otra parte, la crisis de vocaciones en algunas congregaciones ha sido durísima.
Si analizamos el caso de las comunidades masculinas, los números son elocuentes. La congregación más numerosa es la Compañía de Jesús. En 1965 había 36.038 jesuitas, en 2013 eran 17.287, incluyendo a los novicios.
Hace cincuenta años, los Frailes Menores (franciscanos) eran 27.009, mientras que en 2013 su número descendió a 14.043, algo menos del 50%.
En 1965, los salesianos, dedicados en particular a la educación, eran 22.042; en 2013 pasaron a ser 15.536.
Entre los hijos de san Francisco, se encuentran los Capuchinos, que en el Concilio eran 15.838, y en 2012, poco más de 10.000.
Los benedictinos pasaron, de 12.070 en 1965, a 7.798 en 2005 (- 35%), los dominicos (Orden de Predicadores), de 10.091 pasaron a ser 5.923 a inicios de 2009, un descenso superior al 40%.
Los Hermanos de las Escuelas Cristianas son los que han vivido la crisis más grande de vocaciones: pasando, de 17.926, a 5.719 en el año 2005, una disminución de un 68%.
Ha habido también congregaciones que han crecido, como los Misioneros del Verbo Divino, quienes, en ese mismo período, aumentaron en un 5%: de 5.773, a 6.075. Pero en términos generales, entre 1965 y 2005, el número de religiosos en el mundo disminuyó en un 35%: de 329.799, a 214.903. La caída más acusada se produjo entre 1965 y 1975, aunque continuó de manera más suave en las últimas décadas.
La crisis también es fuerte en el caso de las religiosas. Si en el Concilio eran más de un millón, el 1 de enero de 2013 eran 702.529. En Italia, en 1971, las religiosas eran 154.000; ahora son 89.000, con casi la mitad (el 46%) con una edad por encima de los 70 años.
Lo curioso es que, aunque ha disminuido fuertemente el número de religiosos, ha aumentado decididamente el número de los católicos en el mundo. Se ha pasado, de 928,5 millones en 1990, a 1.228 millones en 2012. De hecho, el crecimiento de los católicos en el mundo es superior al porcentaje de crecimiento de la población mundial.
Un panorama estadístico constata que también es importante el número de religiosos que consagran su vida a Dios en nuevas realidades eclesiales: entre las más conocidas se encuentran las Misioneras de la Caridad, fundadas por la Madre Teresa de Calcuta.