Comenzamos una tanda de Meditaciones para el Adviento.
I Lunes de Adviento A
Introducción
Las profecías mesiánicas se colman de imágenes intuitivas para indicar que el desierto se transformará en fresquedal y el yermo en pradera. Por esta visión, en el altar de Buenafuente, cada día, las monjas ofrecen una pequeña rama de planta de hoja perenne para adelantar lo que supone la Navidad como recreación nueva y buena.
El adviento nos invita a observar que hasta lo más humilde es elevado a creatura que contiene la virtualidad de la gloria de Dios. San Máximo el Confesor llega a afirmar: “Dios hecho materia, para que la materia se divinice”.
Hoy contemplamos la acacia, árbol duro, que se encuentra en los desiertos; de su madera se construyó el Arca de la Alianza. A su vez, María es considerada como nueva Arca de la Alianza porque lleva en su seno al Salvador, y bien se le puede cantar el salmo: “A acacia huelen tus vestidos”.
Texto bíblico
“Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor, en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas” (Is 2, 1-59.
Texto místico
“A mirra, áloe y acacia | huelen tus vestidos, | desde los palacios de marfiles | te deleitan las arpas, hijas de reyes vienen a tu encuentro” (Sal 45, 9).
Texto pontificio
“El reemplazo de la flora silvestre por áreas forestadas con árboles, que generalmente son monocultivos, tampoco suele ser objeto de un adecuado análisis. Porque puede afectar gravemente a una biodiversidad que no es albergada por las nuevas especies que se implantan” (Francisco, LS 39).
La acacia
La acacia aparece en las Sagradas Escrituras. Dos veces el texto se refiere al árbol, veintitrés a la madera, con la que se confeccionaron arcas, varales, mesas, altares, columnas…, dos al perfume, una al nombre de un lugar y otra a una persona. (cf. JOSÉ JAVIER NOCALÁS, La vegetación en la Biblia, Ministerio de Medio Ambiente, 31)
“Hice, pues, un arca de madera de acacia, tallé dos tablas de piedra como las primeras y subí a la montaña con las dos tablas en la mano. Yo me volví y bajé de la montaña, deposité las tablas en el arca que había hecho y allí quedaron, como me había mandado el Señor” (Dt 10, 1-5).
¿Te sientes habitado por la presencia divina?
Ángel Moreno.