Queridos Amigos, os escribo para recomendaros que este verano no os perdáis la exposición Coleccionismo y Modernidad que está teniendo lugar en el Reina Sofía hasta el 14 de Septiembre. Es una exposición diferente, con alma…ya que no está compuesta por una selección de obras de un comisario en concreto, ni tampoco son obras de fondo de un museo que se exponen para desempolvarlas. Son dos colecciones particulares hechas con el amor y la pasión de dos suizos Im Obersteg y Rudolf Staechelin que abrieron las puertas del siglo XX a un arte moderno, fresco y arriesgado para colgar en sus casas. La época del inicio de la Primera Guerra Mundial marcó un claro “cambio de gusto” en el arte manifestando un interés por lo nuevo, por las vanguardias artísticas con aire renovador de esperanza e ilusión en el futuro.
Estos dos grandes coleccionistas eran además muy buenos amigos y en alguna ocasión hasta se intercambiaron cuadros como la obra “Arlequín sentado” (1923), de Picasso, que le vendió Obersteg a Staechelin. Curiosamente cincuenta años más tarde cuando la familia de Staechelin quiso vender este cuadro en subasta fuera de Suiza, la población de Basilea enseguida se movilizó realizando una colecta ciudadana para su adquisición por parte del museo de la ciudad y así proteger el patrimonio artístico de la ciudad. ¡Fue genial cuando el propio Pablo Picasso, todavía vivo entonces, se enteró de este gesto cívico alucinante y les donó cuatro cuadros más!.
Esto me lleva a hablaros de otro cuadro de Picasso que me impresionó mucho en la exposición… era la obra que mostraba por un lado el cuadro Mujer en el Palco (1901) y por el revés la imagen La Bebedora de Absenta (1901). Picasso, quizás en esa época rascando de donde podía para vivir, siempre se aseguró que la falta de material no frenaría su inspiración; por lo que realizó estas dos obras impresionantes en el derecho y en el revés del mismo soporte. Yo diría que primero debió pintar Mujer en el Palco bajo una influencia expresionista, cargada de ‘impasto’ y colorido y luego a lo largo del año cuando se fue depurando su obra hizo La Bebedora de de Absenta por el otro lado. Esta segunda obra manifiesta un claro contenido social, de crítica y de preocupación por su entorno que muestra con una pincelada más depurada y una línea gestual contínua que delimita las fronteras de zonas casi monocromáticas. Son casi dos visiones opuestas en forma y en fondo, pero lo que me encanta, aparte de que los dos cuadros son espectaculares, es el hecho de que Picasso respetara uno a la hora de pintar el otro, es decir, que no pintara directamente encima ¡como se hacía normalmente para amortizar la tela!.
Eso me lleva a interpretar -haciendo un paralelo con nuestra vida personal- que este respeto por la obra pasada y presente es como el Amor de Dios sobre nosotros, sobre nuestros cambios a lo largo del tiempo. Dios nos ha querido siempre y no borra nuestro pasado, ni lo tapa, simplemente nos ayuda a construir un hombre nuevo sobre el viejo, pero respetando nuestra historia vital para poder crecer y desarrollarnos de una forma entera y completa. Somos un conjunto de sensaciones, de vivencias, de experiencias que componen nuestro ser y Dios nos ha querido y nos quiere a lo largo de nuestra vida, respetando cada etapa y cada fase de nuestro desarrollo elevándonos hacia EL. ¡Gracias Señor por querernos tanto y tan bien!.
María Tarruella