Descubrimiento
¿Qué está pasando, papá?
¿qué ha sucedido, mamá
para que ya no vivamos
como antes los cuatro juntos?
¿Es que ya no nos queréis?
Nosotros sí, como siempre,
por eso nos preguntamos,
emulando a Segismundo,
—aquel de “La vida es sueño”—:
¿Qué delito cometimos
para que así nos tratéis,
al mundo nos arrojéis
como dos niños sin dueño
y de ahora en adelante
vivamos itinerantes?
Interrogantes
¿Qué habrá pasado?
¿Qué es eso tan importante?
Debe tener mucha fuerza,
ha de ser cosa muy gorda
para que toda una vida
—y vida feliz, por cierto—
nos la tiréis por la borda.
¿Qué habrá pasado que en la balanza
eso con toda seguridad
ha ganado con su peso
a nuestra felicidad,
que os decimos, de verdad,
es vivir los cuatro juntos?
¿Qué es eso tan misterioso,
con una fuerza terrible,
capaz de hacernos perder
y llevarnos sin querer
a vivir tan insufrible?
¿Qué es eso que os ha cegado?
¿Qué categoría tiene
eso que os ha obnubilado
para superar con creces
todo el mal que se nos viene?
«Mira qué bonitos son»,
os decíais al nacer.
«Valen más que las pesetas»,
corroborabais al otro.
¿Qué sibilina locura
vuestra mente ha transformado
para que pasando el tiempo
como fatal consecuencia
hayamos venido a ser
«los niños de la maleta»?
Reflexiones
¿Qué demonio se ha cruzado?
¿De qué engaños se ha valido?
¿Qué trucos ha utilizado?
¿Qué espejuelo os ha mostrado
para que hayáis consentido
y más valor le hayáis dado
a eso que a vivir los cuatro juntos?
Los jóvenes y los niños
necesitan padre y madre,
envolverse en su cariño,
recibirlo de los dos
conviviendo todos juntos,
no por dosis separadas.
Un sentimiento profundo
nos persigue sin cesar:
¿Cómo podemos hacer
que sea realidad
que los dos que más queremos
se reúnan otra vez,
dándonos a manos llenas
de nuevo felicidad?
¿Cómo es posible
que los dos que más queremos
no se quieran entre sí?
Si ellos nos engendraron
en señal de que se amaron,
¿qué ha sido de aquel amor?
¿Por qué lo habéis olvidado?
¿Dónde lo habéis enterrado?
Escuchadnos, elementos
que el universo pobláis.
Agua, tierra, fuego, viento,
os pedimos que extendáis
nuestro profundo lamento
por doquiera que vayáis:
¡Queremos que nuevamente
vivamos los cuatro juntos!
Acusaciones
Papá, mamá, tal vez nos queráis un poco
con un amor de redoma,
pero está bien a la vista
que mucho más os queréis
a vuestras propias personas,
pues nos habeis arrebatado
aquello que más nos gusta,
¡que estemos los cuatro juntos!
¿Que cómo decimos esto
si no nos falta de nada?
Solo es cierto hasta un punto
pues siempre echamos en falta
¡El vivir los cuatro juntos!
¿Habéis valorado bien en suma
vuestra ganancia,
para darle preferencia
sobre romper nuestra infancia?
De eso que es tan importante
¿asumís su conveniencia
sabiendo que por su causa
sufriremos mucho más
al vivir la adolescencia?
¿Habéis pensado en el daño
que esta división produce,
¿que esta situación maldita
siempre nos golpeará
llorando que no se quieran
los dos que queremos más?
Papá y mamá, ¿no nos veis
que estamos desorientados,
que vivimos desolados?
Decidnos sinceramente:
¿qué compensación tenéis
con este desaguisado?
¡Mamá, cuánto te queremos!
¡Papá, para ti lo mismo!
Mamá, cuando estoy contigo
tengo presente a papá,
y los mismo me sucede,
cuando estoy con él.
¿Por qué nos habéis metido
en esta rueda sin fin
que con tanto ir y venir
esto es un sinvivir?
Recomendaciones
Papá, mamá,
aprovechad la ocasión,
os decimos vuestros hijos
y practicad el perdón:
el uno lo pide al otro,
el otro se lo concede,
y selláis el nuevo pacto
con un grandísimo beso.
Porque eso nos enseñásteis
apenas hablar supimos:
Pedir perdón y también
darlo si en nuestra vida de niños
la ocasión lo requería.
Una advertencia os hacemos:
los dos tenéis un peligro:
rivalizar en “querernos”:
yo te quiero más que nadie
yo te compro, yo te hago
yo te llevo, yo te traigo.
Si queréis sinceramente
demostrarnos vuestro amor,
volved vosotros a amaros
y a vivir juntos los cuatro.
Despedida
¿Sois ahora más felices
que cuando los cuatro juntos
vivíamos normalmente?
Nosotros no, ciertamente.
¡Mamá, cuánto te queremos!
Te damos un fuerte beso
señal de nuestro cariño.
¡Papá, para ti lo mismo!
Con el amor de tus niños
no ha podido ¡ni eso!
* A la vista de la escalada incesante de familias rotas por la separación o divorcio de los padres, y pensando en las víctimas inocentes que son los hijos, sobre todo si son menores, he escrito este “clamor de los hijos de pamá” (sí, de pamá, pues a veces llegan a tal estado de confusión que no saben con quién están, con quién les toca ir, de quién son hijos, si de PApá o de MAmá ).
Javier Juárez Redondo
Ingeniero de Montes