«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos. Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del hombre. Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva. Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará. Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán”. Ellos le preguntaron: “¿Dónde, Señor?”. Él contestó: “Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo”». (Lc 17,26-37)
¡Qué escalofrío nos recorre el cuerpo al escuchar este tipo de palabras! Si esta palabra te desasosiega, te incomoda, es que te encuentras instalado; seguramente afanado en construir tu torre de Babel particular. Ya anticipa el libro del Apocalipsis que el mundo va a ser probado, va a vivir acontecimientos que le hagan replantearse su modo de vida. Pero nosotros, si vivimos el cristianismo de verdad, como afirma San Pedro en su segunda carta, lo viviremos esperando unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justica, y continua diciendo: “Por eso queridos míos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, intachables e irreprochables” (2 Pe 3,14).
Esto de vivir sin poder instalarse lo conocía muy bien el Pueblo de Israel, de ahí que el nombre de “Parroquia” procede del verbo paroikein, que en el griego clásico significa vivir junto a o habitar en la vecindad. El parroquiano es un vecino. Excepcionalmente parroquiano equivale a extranjero domiciliado en un país, sin derecho de ciudadanía, un advenedizo. En la traducción griega de los Setenta, paroikia equivale a ser extranjero. La Paroikia en el A.T. (se cita dieciséis veces) es la comunidad del pueblo de Dios que vive en el extranjero, sin el derecho de ciudadanía. En el N.T. (se cita dos veces) tiene el mismo significado que en el A.T. ; la Iglesia es, pues, Paroikia.
Esta Palabra nos invita a recordar que somos ciudadanos del cielo. Hemos sido rescatados de nuestras miserias, de nuestros miedos, de nuestras limitaciones por la sangre del cordero y nos ha entregado personalmente a cada uno un pasaporte de ciudadano del cielo. No somos de este mundo; por eso ¡ay si buscas la realización de tu persona en lo que ofrece el mundo! ¡Ay si estás afanado en construir tu historia pensando que te queda mucha vida por delante y crees que más adelante tendrás un momento para dedicarte verdaderamente al Señor! ¡Ay si tu cuento favorito es el de “la lechera” y vives todo el día proyectándote!
Solo existe hoy, hermanos, y si vivimos el hoy viviremos atentos a la voluntad de Dios, a contemplar los acontecimientos para saber el tiempo en el que vivimos. Pidamos el Espíritu Santo para que el Señor nos libere de la mundanidad y seamos como el siervo que vive su vida en tensión a la espera del regreso de su Señor.
Ángel Pérez Martín