Frente a la falsa opinión de que las creencias religiosas son incompatibles con el avance científico, bueno es recordar algunas de las figuras eminentes de la ciencia que profesaron y vivieron su fe religiosa. Entre otros, y por restringirme al campo de la Física, destacan nombres descollantes como Ampère, Volta, Galvani, Newton, Galileo, Pascal, Millikan, Marconi, Heisenberg…
Citemos un texto de Max Plank, premio Nobel de Física 1918: “La religión y la ciencia necesitan de Dios para su actividad; Dios está para aquella al comienzo, para ésta al final de su pensamiento. Para una (la religión), Dios representa el fundamento; para la otra (la ciencia), el coronamiento de la construcción de cualquier consideración cósmica”.
John Eccles, premio Nobel de Medicina de 1963, escribe: “La ciencia y la fe son aliadas, no enemigas. Y la fe cristiana proporciona ayudas muy valiosas para que se evite un materialismo que nada tiene que ver con la ciencia, y para que la ciencia pueda contribuir a la solución de los graves problemas que tiene planteados hoy día la humanidad”.
James Clerk Maxwell, figura clave en el electromagnetismo, solía rezar esta oración: “Oh Dios, enséñanos a investigar las obras de tus manos de tal modo que sometamos el mundo a nuestro dominio, y que nuestro espíritu se afiance en tu servicio”.
Finalmente, deseo plasmar la oración que el eminente astrónomo Kepler eleva en su tratado de “Armonía del Mundo”, en el cual revela las leyes por las que se rigen los movimientos planetarios. Dice así:
“Señor, he terminado la obra de mi profesión, habiendo empleado todas las fuerzas del talento que Tú me has dado; he manifestado la gloria de tus obras a los hombres que leerán estas demostraciones, por lo menos en la medida en que la estrechez de mi inteligencia ha podido captar su infinidad; mi espíritu ha estado atento a reflexionar correctamente.
Si he buscado mi propia gloria ante los hombres, mientras avanzaba en mi obra destinada a tu gloria, benigna y misericordiosamente perdóname, Señor.
Dígnate, en fin, velar en tu bondad para que estas demostraciones sirvan para tu gloria y para la salvación de las almas en lugar de serles obstáculo”.
Tales eran los sentimientos que animaban a estos eminentes investigadores de la verdad científica. ¡Qué pena cuando vemos personas que pretenden oponer como irreconciliables los campos de la ciencia y de la fe!