El 15 de noviembre de 2005, la Basílica de San Pedro fue un hervidero de alegría cuando el rostro del “marabut cristiano” (“ermitaño cristiano” según los tuaregs, los “hombres azules” del desierto del Sáhara) apareció en un gran tapiz. Era la imagen de Charles de Foucauld en la ceremonia de su beatificación; el soldado convertido en sacerdote misionero, nacido en Estrasburgo (Francia) el 15 de septiembre de 1858 y que dedicó parte de su vida a ayudar al pueblo Tuareg.
Charles de Foucauld se convirtió en “hermano universal” de todo ser humano como se podía apreciar en dicha ceremonia, donde asistieron miles de personas de todos los lugares. Allí se reunió una gran representación de católicos norteafricanos y de tantos otros que han descubierto a Jesucristo gracias a él. ¿Cuál es el secreto de este hombre que sigue convocándonos actualmente? Sencillo: es el secreto del hombre que aceptó vivir según el Evangelio, en obediencia a Dios, en la fe en Jesucristo y amando a la Humanidad.
“yo suspiro por Nazaret”
Charles queda huérfano a los 6 años y crece junto a su hermana María y su abuelo. Sobre los 16 años tiene una crisis de fe, conoce la vida fácil en todos los aspectos, se alista en el ejército, estudia en la academia militar de Saint Cyr y se traslada a Argelia, colonia francesa entonces, como subteniente de caballería en 1881. Malgasta su herencia en una vida desenfrenada, deja el ejército y se convierte por su cuenta en explorador de Marruecos. Es aquí, rodeado de peligros, donde se pregunta si realmente existe Dios: “Señor, si existes, haz que te conozca”.
Cuando vuelve a Francia, se emociona por la sencilla, discreta y cariñosa acogida de su familia que le hace sentirse como el “hijo pródigo”. A partir de este reencuentro y guiado por el padre Huvelin entra en la trapa y comienza su búsqueda de Dios: “En el momento en que vi que existía Dios, comprendí que no podía vivir nada más que para Él, no podía hacer otra cosa”.
Adora la Eucaristía y sirve a los pobres del pueblo tuareg; pero, en lugar de hacer los votos perpetuos, deja la orden y se marcha a Nazaret, donde descubre “la vida humilde y escondida de Jesús obrero”. Regresa con la idea de buscar sitios más pobres. Se ordena sacerdote y vuelve a África para vivir con los tuaregs entre Argelia y Marruecos en la extrema pobreza.
Si hay algo paradójico en la vida de Charles de Foucauld es que reforzó su fe en Dios gracias a los musulmanes. Experimentó su hospitalidad y le impactó el ver cómo rezaban: “El islam produjo en mí un profundo impacto… Ver esta fe, la fe de estas almas que vivían continuamente en la presencia de Dios, me hizo percibir algo más grande y más auténtico que las ocupaciones mundanas. Me puse a estudiar el islam y luego la Biblia”.
vivir entre los pobres el amor radical a Cristo
Eligió la soledad para ser eremita en el desierto, sólo con Dios, compartiendo la vida con los más pobres: “No tengo ni un instante para mí. Las visitas, los pobres, los esclavos no me dejan ni un solo momento. Cada día lo mismo, llegan pobres y enfermos. Interiormente no me reprocho el no tener tiempo suficiente para la oración ni para las cosas puramente espirituales. Percibo en mí el paso de la vida contemplativa a la vida del santo ministerio. Percibo que me dirijo hacia ello por la necesidad de las almas. Cuando nosotros descubrimos nuestra debilidad, dejamos de juzgar a los débiles. Cuando sufrimos, nuestra presencia no molestará a los que sufren, sino que será fuente de esperanza y de fuerza.»
Su lucha más dura fue contra la esclavitud: “No podemos permanecer como perros mudos o pastores indiferentes”. El veía a Jesús en estas personas en situación de esclavitud: “Lo que hacéis a uno de estos pequeños, a mí me lo hacéis”.
Foucauld tenía un corazón de pastor y la vida de un ermitaño. Y aceptó ir donde no deseaba: “Vivo el presente, mientras pueda permanecer útil a este país y no tenga quien me sustituya, permaneceré aquí, porque es un lugar que necesita de alguien”.
No llegó a convertir a ningún tuareg ni a fundar una orden religiosa, pero hoy son once las congregaciones religiosas y ocho las asociaciones de laicos que difunden su mensaje. Miles de personas siguen su espiritualidad en el mundo entero.
“Padre mío, lo que hagas de mí te lo agradezco”
Benedicto XVI afirmó en la ceremonia de su beatificación: “La vida contemplativa y escondida de Charles de Foucauld en Nazaret, donde encontró la humanidad de Jesús, nos invitan a contemplar el misterio de la Encarnación. Allí descubrió que Jesús nos invita al amor y a la fraternidad universal, que él vivió más tarde en el Sáhara. Como sacerdote, puso la Eucaristía y el Evangelio en el centro de su vivir”.
Murió el 1 de Diciembre de 1916. Un grupo de rebeldes entró de forma violenta al lugar donde vivía y lo ataron a un poste. Mientras se dedicaron a saquear el lugar, uno de ellos se le acercó y le dio un tiro en la nuca. Charles de Foucauld llevaba siempre consigo un cuaderno con sus deseos más profundos. En la primera página había escrito: “Vive como si debieras morir mártir hoy. Cuando todo nos falta sobre la tierra, más encontramos lo que puede darnos la vida: la Cruz”.
También escribió: «Sea cual fuere el motivo por el que nos matan, si nos llega una muerte injusta y cruel como un don bendito de vuestra mano, si os lo agradecemos como una gracia dulce, una imitación bienaventurada a vuestra muerte, si os la ofrecemos como un sacrificio ofrecido de buena voluntad, si no nos resistimos a obedecer a vuestra palabra (“no os resistáis al mal”) según vuestro ejemplo, entonces, sea cual fuere el motivo por el que nos matan, morimos de puro amor, y nuestro amor os será un sacrificio muy agradable; y, si no es un martirio en el sentido estricto de la palabra a los ojos de los hombres, lo será a vuestro ojos y será una imagen perfecta de vuestra muerte…, porque si no hemos ofrecido, en este caso, nuestra sangre por nuestra fe, la habremos ofrecido de todo corazón por vuestro amor».