La relación de la Iglesia Católica española con la ciencia es poco conocida. Los propios católicos no saben gran cosa, y creen tan solo en los postulados de la leyenda negra —ahora adoptados por los laicistas— de absoluta incompatibilidad entre ciencia y fe. Pero sorprendentemente, la creación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (C.S.I.C.), el mayor y más longevo organismo público de investigación español de todos los tiempos, en donde se institucionalizó la profesión de científico en España así como las nuevas disciplinas científicas de la ecología, la microbiología, la biología molecular, etc., se llevó a cabo por los católicos José Ibáñez Martín y Jose Mª Albareda. Lo recordamos especialmente en la celebración del Año de la Fe que tan recientemente ha inaugurado Benedicto XVI el 11 de octubre de 2012.
El Año de la Fe se convoca en el 50 aniversario del inicio del Vaticano II, que concluyó con una llamada muy seria al mundo de la investigación y la ciencia. En España, en el decreto fundacional del C.S.I.C. (B.O.E. 28 de noviembre de 1939) se decía que había sido creado para “la restauración de la clásica y cristiana unidad de las ciencias, destruida en el siglo XVIII. Para ello hay que subsanar el divorcio y discordia entre las ciencias especulativas y experimentales… Hay que crear un contrapeso frente al especialismo exagerado y solitario de nuestra época, devolviendo a las ciencias su régimen de sociabilidad, el cual supone un franco y seguro retorno a los imperativos de coordinación y jerarquía…”.
A este respecto Benedicto XVI dice en su encíclica “Caritas in veritate” refiriéndose a los ámbitos del saber humano que “…las diferentes disciplinas deben colaborar en una interdisciplinariedad ordenada…La excesiva sectorización del saber, el cerrarse las ciencias humanas a la metafísica, las dificultades del diálogo entre las ciencias y la teología, no solo dañan el desarrollo del saber, sino también el desarrollo de los pueblos”.
hombres de ciencia, amigos de la verdad
Los fundadores del CSIC fueron José Ibáñez-Martín, primer presidente y también Ministro de Educación, y Jose Mª Albareda, primer Secretario General. Ibáñez-Martín (1896- 1969) licenciado en letras y derecho con premio extraordinario, ganó con número uno la Cátedra de Geografía e Historia de instituto en Murcia, donde inició su carrera política como teniente alcalde, y fue diputado en las cortes de la II República por la provincia de Murcia, donde se manifestó en reiteradas ocasiones como católico en el parlamento. Por esta época entró a formar parte de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP). Tras el inicio de la Guerra Civil, pudo evadirse de Madrid con toda su familia, huyendo de la persecución religiosa.
La primera reunión plenaria del CSIC, un año más tarde de su inauguración, es decir, en 1940, se inició con una eucaristía del Espíritu Santo en la madrileña iglesia de San Francisco El Grande, presidida por el obispo de Madrid-Alcalá, Mons. Eijo y Garay, y con la asistencia de los obispos de Salamanca y Ciudad Rodrigo y el Abad Mitrado del monasterio de Santo Domingo de Silos. Al día siguiente Ibáñez-Martín pronunció un discurso en el que afirmaba que “…los actos religiosos con los que hemos inaugurado las tareas de este Consejo significan , en el orden de la vida cultural española, la expresión más auténtica de la plena armonía entre la fe y la cultura…” añadiendo más adelante que “…concebimos así la ciencia española como esfuerzo de la inteligencia para la posesión de la verdad, como aspiración hacia Dios…” sabiendo que “…vana es la ciencia que no aspira a Dios”.
Sería el propio Papa Pío XII quien le dirigiría en 1943 una carta, agradeciéndole la institución de este Consejo “a fin de que la ciencia española, siendo una aspiración hacia Dios, tienda a la verdad y al bien con la unidad de la filosofía cristiana y como medio de realización de progreso. Por eso en él habéis reconocido a la Sagrada Teología la primacía sobre las disciplinas del espíritu; por eso habéis resuelto dedicar un templo al Espíritu Santo, a fin de que en vuestros sesudos trabajos no os falten sus luces”.
La mencionada Iglesia del Espíritu Santo, situada en la calle Serrano nº 125 de Madrid, fue mandada construir por Ibáñez Martín al famoso arquitecto Miguel Fisac, católico y miembro del Opus Dei, quien estuvo asesorado por varios teólogos en sus aspectos litúrgicos. Probablemente se trate del templo de Madrid en el que más importantes actos litúrgicos se han celebrado coincidiendo razón y fe, religión y ciencia, y donde más premios Nobel han acudido a misa. Miguel Fisac huyó de la persecución religiosa en 1936 junto con San Josemaría Escrivá de Balaguer y José Mª Albareda, hecho recogido en la película “Encontrarás dragones”.
En las dependencias de la Iglesia del Espíritu Santo se custodia una reliquia de san Isidoro de Sevilla, patrono del C.S.I.C. , y a quien Benedicto XVI dedicó unas emotivas palabras en el discurso de la audiencia general de 18 de junio de 2008: “San Isidoro no hubiera querido perder nada de lo que el hombre ha adquirido en las épocas antiguas, ya fueran paganas, judías o cristianas… Esta síntesis es la lección que el gran obispo de Sevilla nos deja a los cristianos de hoy, llamados a dar testimonio de Cristo al inicio de un nuevo milenio”.
Ibáñez-Martín eligió como emblema del CSIC el Arbor scientiae, obra del científico católico y beato Raimundo Lulio, que representa la unidad de todas las ciencias y la importancia preeminente que tiene la teología. Fundó el primer centro de investigación en teología fuera de la universidad.
A todo ello le ayudó estrechamente el también catedrático Jose Mª Albareda, doctor en Química y Farmacia, catedrático de universidad. Reconocido experto durante la II República en Edafología (ciencia que estudia la composición y naturaleza del suelo en su relación con las plantas y el entorno también se escapó en la Guerra Civil junto con San Josemaría Escrivá de Balaguer, tras sufrir las muertes violentas de su hermano, discapacitado intelectual, y su padre, por ser católicos. Entró a formar parte del Opus Dei y terminó ordenándose sacerdote. Fue rector de la Universidad de Navarra, primera universidad privada de España.
Severo Ochoa, premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1959, diría sobre Albareda: “Quiero dedicar aquí un sentido recuerdo a la figura del padre José María Albareda, que durante muchos años fue el alma e inspiración del CSIC. Sin Albareda el CSIC tal vez no hubiese existido y sin él no hubiera llegado la biología, y dentro de ella la bioquímica española, a alcanzar el grado de desarrollo que tiene en el momento actual”. (Conferencia de clausura del VI Congreso Nacional de Bioquímica, 1975)
“No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf. Mt 5, 13-16)” ha manifestado Benedicto XVI en la Carta Apostólica convocatoria del Año de la Fe. “Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, esa que no tiene fin”. A esto contribuye sin duda el conocer cómo y quién puso en marcha una institución como el C.S.I.C.
Alfonso V. Carrascosa
Científico del CSIC