China es dos veces más grande que Europa y tiene tres veces más habitantes, unos 1.300 millones; de los cuales doce millones son católicos. El Gobierno de China afirma que el derecho a la libertad religiosa está garantizado en su Constitución, pero lo cierto es que este país encabeza todos los rankings mundiales de persecución religiosa. El todopoderoso Partido Comunista Chino (PCCh), que gobierna de forma autoritaria, exige que la religión se adapte a su política. Constituido como la primera potencia económica del mundo, China supone un gran reto para la Iglesia, que sufre una difícil situación por la injerencia del poder estatal. Pero a la vez se está viviendo una primavera de la fe donde el catolicismo es cada vez más numeroso.
El PCCh es el gran abanderado del comunismo ateo en el mundo, sin embargo, reconoce el creciente interés de las religiones en el pueblo chino e incluso que la religión aporta elementos armónicos a la sociedad. Por ejemplo, en el caso de los católicos, existe la idea de “buen católico, buen ciudadano”. También es verdad que en los últimos años la Iglesia goza, respecto del pasado, de mayor libertad. Se calcula que el número de cristianos de distintas denominaciones en China es de aproximadamente cien millones y en aumento, lo que sobrepasa el número de militantes del PCCh, que es de unos 87 millones de miembros. Aun así, las autoridades siguen controlando con mano de hierro el funcionamiento interno de la Iglesia en nombre del patriotismo bajo el principio “amor a la patria, amor a la Iglesia”.
Para el Gobierno chino el derecho a la expresión religiosa no pertenece al individuo, sino que lo otorga el Estado y solo lo pueden expresar las personas registradas y en los lugares registrados por la Administración Estatal de Asuntos Religiosos (AEAR). Cualquier tipo de expresión religiosa fuera de estos parámetros se considera delictiva. Para llevar a cabo el control y garantizar que las distintas religiones se adhieran a la política del PCCh, el Gobierno creó las Asociaciones Patrióticas para cada una de las religiones oficiales del Estado: budismo, taoísmo, islam, catolicismo y protestantismo. En el caso de los católicos, el organismo de control se denomina Asociación Patriótica Católica China (APCCh).
Para poder cumplir con sus deberes (amor a la patria, evitar la influencia extranjera…) y hablar en público, los obispos deben unirse a la APCCh y ensalzar su objetivo que es establecer una Iglesia independiente de la Santa Sede. En teoría la pertenencia a la APCCh es voluntaria, en la práctica quien no la acepta se considera ilegal. Este organismo pretende crear una Iglesia autónoma e independiente, inconciliable con la doctrina católica que profesa que la Iglesia es “una, santa, católica y apostólica”. La comunión y la unidad son elementos esenciales e integrales de la Iglesia católica, por tanto, un proyecto de una Iglesia independiente de la Santa Sede es incompatible con la doctrina católica. Así lo recordó el Papa Benedicto XVI en una carta enviada a los fieles chinos en el año 2007, en la que pedía a las autoridades garantizar la libertad religiosa y la apertura al diálogo.
La respuesta de la APCCh fue intensificar sus acciones contra la unidad de la Iglesia, ordenando tres nuevos obispos sin el consentimiento de la Santa Sede e impedir la difusión de la carta, también se produjeron arrestos y sesiones políticas de mentalización y reeducación a sacerdotes “díscolos”. A su vez, este organismo obliga a las personas a asumir actitudes, realizar gestos y a adquirir compromisos que son contrarios a los dictámenes de su conciencia como católicos. Por lo tanto, las personas que no quieren someterse a la autoridad del partido, están fuera de la legalidad y, por ello, deben vivir su fe en clandestinidad. Todo esto ha causado divisiones y mucho sufrimiento entre los católicos, surgiendo una Iglesia oficial controlada por el gobierno y una Iglesia clandestina fiel a Roma que vive fuera de la ley, con fronteras muy delgadas entre ambas.
el calvario
Los últimos años la comunidad católica china ha padecido arrestos, detenciones, sesiones de reeducación, destrucción de iglesias, prohibiciones de actividades religiosas, multas y consagraciones episcopales ilícitas. La elección del Papa Francisco y el ascenso al poder del presidente Xi Jinping —considerado moderado— infundió esperanzas de cambio, pero en la práctica la situación se ha mantenido sin el menor cambio.
El PCCh teme que se produzca una alianza entre el activismo religioso y el activismo socio-político. Para asegurar el control de las religiones los departamentos de seguridad del Estado han recibido poderes más amplios para detener a sospechosos durante meses basándose en motivos de seguridad nacional, terrorismo o corrupción. Por otro lado, los funcionarios del Gobierno no desaprovechan la ocasión para quedarse con las tierras de la Iglesia católica, expropiar, extorsionar, y especular con ellas. Los funcionarios locales, protegidos por sus cargos en el PCCh se embolsan los beneficios de negocios con propiedades de la Iglesia Católica por un valor de 13.000 millones de euros. El Gobierno central, en los años 80 aprobó leyes para la restitución de las propiedades confiscadas a sus legítimos dueños, pero muchos funcionarios las ignoran.
En China hay personas no ordenadas e incluso no bautizadas que controlan y toman decisiones sobre importantes cuestiones eclesiales, incluido el nombramiento de obispos. Hay obispos que han sido ordenados sin el mandato pontificio y no han pedido la legitimación necesaria. Son obispos sometidos a la obediencia del partido. Para la doctrina de la Iglesia son ilegítimos y el Código de Derecho Canónico (art. 1382) establece graves sanciones, tanto para el que ordena como para el que recibe la ordenación (excomunión).
Hay otros obispos que han recibido la ordenación episcopal sin el mandato pontificio, pero que después han solicitado que se les acoja en comunión con el Papa. El Papa, considerando la complejidad de la situación y la sinceridad de sus sentimientos, les ha legitimado. Por último, hay obispos que no quieren verse sometidos al control del Gobierno, que se mantienen fieles al Santo Padre y a la doctrina de la Iglesia y que, por lo tanto, han recibido su consagración clandestinamente. Estos obispos clandestinos no están reconocidos por el Gobierno y les esperan duras condiciones de vida e incluso la prisión o su “desaparición”.
A principio de 2013, con el anuncio de la abolición de los laogai (campos de trabajo forzoso para “reeducar mediante el trabajo”) y la reforma del código penal, por la que la policía no puede mantener a nadie en prisión sin cargos más de seis meses, muchos católicos esperaban que sus obispos y sacerdotes, presos sin cargos, quedarían libres. Esto no ha ocurrido.
algunos casos
- Obispo James Su Zhimin. Nacido en 1932. Arrestado en Xinji en 1997. Desde entonces no se tienen noticias suyas.
- Obispo Cosmas Shi Enxiang. Desde 1996 permanecía escondido hasta que lo arrestaron en Pekín en el año 2001. Desde entonces no se tienen noticias suyas.
- El P. Wang Chengli de la diócesis clandestina de Heze ha sido condenado a dos años de reeducación por el trabajo. El Gobierno no permite que reciba visitas de familiares ni de ninguna otra persona.
- Joseph Zan, obispo legítimo de Shanghai, murió bajo arresto domiciliario el 16 de marzo de 2014. Desde su nombramiento como obispo por San Juan Pablo II pasó el resto de su vida prisionero y el Gobierno nunca lo reconoció como obispo.
- Thaddeus Ma Daqin, nombrado por el Santo Padre como obispo auxiliar de Shanghai, al mismo tiempo que el Gobierno lo nombra obispo vicario de la diócesis. En el momento de su ordenación episcopal renuncia a la Asociación Patriótica Católica China. Desde entonces las autoridades chinas lo mantienen bajo arresto domiciliario.
testigos de la esperanza
La situación de la Iglesia católica en China de compleja y difícil pero también es justo añadir el adjetivo de sorprendente. A pesar de las dificultades y restricciones, el número de fieles no ha dejado de crecer. En 1949 los católicos en China eran tres millones, ahora son cuatro veces más. Se están produciendo muchas conversiones al catolicismo. Hay en el pueblo chino un despertar religioso. Durante años se ha impuesto la negación de Dios y el materialismo marxista, ahora hay una “gran sed de Dios”. Desde el año pasado, tanto el gigante asiático como la Santa Sede han manifestado su voluntad de mejorar sus relaciones diplomáticas, inexistentes desde 1951. Con motivo de la visita apostólica a Corea del Sur, las relaciones han dado un paso hacia delante, después de que China permitiera al avión en el que viajaba el Papa sobrevolar su espacio aéreo para llegar al país vecino, una circunstancia que Pekín no había permitido en ocasiones anteriores.
Desde 1962, la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada da su apoyo a la Iglesia clandestina en China. Para mayor información, visite la web de AIN: www.ayudaalaiglesianecesitada.org