(RV).- “Nuestra esperanza no se apoya en razonamientos, previsiones o cálculos humanos; y se manifiesta ahí donde no hay más esperanza, donde no hay nada más en que esperar, justamente como sucedió con Abraham, ante su muerte inminente y la esterilidad de su mujer Sara. Porque la esperanza hunde sus raíces en la fe, y justamente por esto es capaz de ir más allá de toda esperanza. Sí, porque no se funda en nuestra palabra, sino en la Palabra de Dios”, con estas palabras el Papa Francisco explicó en la Audiencia General del último miércoles de marzo, la estrecha relación que hay entre la fe y la esperanza.
Continuando su ciclo de catequesis sobre “la esperanza”, el Obispo de Roma dijo que, el Apóstol Pablo hoy, en el capítulo 4 de la Carta a los Romanos, nos dice que Abraham, “apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza”. “De hecho – señaló el Pontífice – estamos acostumbrados a reconocer en Abraham a nuestro padre en la fe; hoy el Apóstol nos hace comprender que Abraham es para nosotros también padre de la esperanza, y esto porque en su historia – agregó el Papa – podemos ya aprehender un anuncio de la Resurrección, de la vida nueva que vence el mal y la muerte”.
Porque, el Dios que se revela a Abraham es el Dios que salva, el Dios que nos saca de la desesperación y de la muerte, el Dios que nos llama a la vida. “En la historia de Abraham – afirma el Obispo de Roma – todo se convierte en un himno al Dios que libera y regenera, todo se hace profecía. Y lo hace para nosotros, para nosotros que ahora reconocemos y celebramos el cumplimiento de todo esto en el misterio de la Pascua”. Y de verdad entonces Abraham puede bien llamarse «padre de muchos pueblos», en cuanto resplandece como anuncio de una humanidad nueva rescatada por Cristo del pecado y de la muerte e introducida una vez para siempre en el abrazo del amor de Dios.