Monseñor Jean Pierre Cattenoz, obispo de Avignon (Homilía del 5/1/2016).
Con un sentido agradecimiento a sus colaboradores, en comunión con el Papa Francisco, Monseñor Cattenoz ha felicitado la Navidad y deseado un Feliz 2016 con este catálogo de las 12 virtudes necesarias.
1.- Vivir la naturaleza misionera de la Iglesia, a la manera del Buen Pastor, le da a la Iglesia su fecundidad, es la prueba de su vigor, de la eficacia y la autenticidad de su acción. La fe es un don, pero la medida de nuestra fe se prueba por nuestra capacidad de comunicarla. Cada bautizado es misionero de la Buena Nueva, ante todo por su vida, por su trabajo y por su alegre y decidido testimonio (…) detrás del Buen Pastor, que cuida de sus ovejas y da su vida para salvar la de los demás.
2.- Estar disponibles con lucidez (…) para actuar con inteligencia e intuición, para tener la prontitud del espíritu de comprensión, enfrentando cada situación con sabiduría y creatividad (…) “Hacerlo todo como si Dios no existiera y, luego, dejárselo todo a Dios como si yo no existiese.”
3.- Ser espiritual, pero humano. La vida espiritual es la columna vertebral de todo servicio en la Iglesia y en la vida cristiana (…) la protege de la fragilidad humana y de las tentaciones diarias. La humanidad es lo que encarna la verdad de nuestra fe. Quien renuncia a su humanidad, renuncia a todo. La humanidad es lo que nos hace diferentes de las máquinas y los robots, que ni entienden ni se conmueven. Cuando nos es difícil llorar sinceramente o reír abiertamente, entonces nuestro fin ha comenzado. La humanidad sabe de ternura y familiaridad, es cortés con todos. (Cfr. Fil 4,5).
4.- Ser ejemplar y fiel. Ejemplaridad para evitar los escándalos que hieren las almas y amenazan la credibilidad de nuestro testimonio. Fidelidad a nuestra consagración y a nuestra vocación (…) “El que es fiel en lo insignificante, lo es también en lo importante; y el que es injusto en lo insignificante, también lo es en lo importante.” (Lc 16, 10). Y “Si alguien da escándalo a uno de estos pequeños que creen en mí, sería mejor que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! Es forzoso, ciertamente, que vengan escándalos, pero ¡ay de aquel hombre por quien el escándalo viene!” (Mt 18, 6-7).
5.- Ser razonable con amabilidad. La racionalidad sirve para evitar los excesos emotivos, y la amabilidad para evitar los excesos de una burocracia canónica a ultranza. Son talentos necesarios al equilibrio de toda personalidad. Todo exceso es índice de algún desequilibrio, tanto el exceso de racionalidad cómo de amabilidad.
6.- Ser prudentes con determinación. La prudencia en el juicio nos hace capaces de abstenernos de acciones impulsivas y precipitadas (…) Haz con los demás lo que quisieras que se haga contigo (Cfr Mt 7,12 y Lc 6,31). La determinación, es actuar con una voluntad resuelta, con una visión clara, en la obediencia, y únicamente por la regla suprema del bien de las almas.
7.- La Caridad con la Verdad. Dos virtudes indisociables de la existencia cristiana (Cf Ef 4, 15); al punto que Caridad sin Verdad es ideología destructiva de un “todo el mundo es bueno; todo el mundo es simpático” Pero la Verdad sin la Caridad se transforma en justicia ciega.
8.- La honestidad lleva a actuar con plena sinceridad consigo mismo y con Dios. El honesto no actúa rectamente solamente bajo la mirada del superior; quien es honesto, no teme ser sorprendido, porque nunca engaña a aquel que le hace confianza. La persona honesta nunca se comporta como “dueño” de las personas o de las cosas que se le han confiado para administrarlas, como el “mal servidor” (Mt 24, 48). La honestidad es la base sobre la que se apoyan todas las demás cualidades. La madurez se orienta a alcanzar la armonía entre nuestras capacidades físicas, psíquicas y espirituales.
9.- Deferencia y humildad: La deferencia es el talento de las personas que siempre desean mostrar un respeto auténtico hacia los demás. Su rol propio, hacia los superiores, los subordinados, los dossiers, los papeles, el secreto y la confidencialidad. La deferencia, (es el talento) de las personas que saben escuchar atentamente y hablar con educación.
La humildad, es la virtud de los santos, de las personas llenas de Dios que, cuanto más importancia adquieren, más crece en ellas la conciencia de ser nada y de no poder hacer nada sin la gracia de Dios (Cf Jn 15, 8).
10.- Ser generoso y atento: Cuanto más tenemos confianza en Dios y en su Providencia, más somos generosos de alma y más estamos abiertos para dar, sabiendo que cuanto más se da más se recibe. En realidad es inútil abrir todas las Puertas Santas de todas las Basílicas del mundo, si la puerta de nuestro corazón está cerrada al Amor, si nuestras manos están cerradas para dar, si nuestras casas están cerradas para albergar, si nuestras iglesias están cerradas para acoger.
La atención, para cuidar los detalles y ofrecer lo mejor de nosotros mismos, y jamás bajar la guardia contra nuestros vicios y nuestras faltas. San Vicente de Paul rezaba así: “Señor, ayúdame enseguida a estar atento a los que están a mí lado, a quienes están inquietos y desorientados, a quienes sufren sin mostrarlo, a quienes se sienten aislados sin desearlo.
11.- Estar tranquilo y ser audaces: Estar tranquilo, sin dejarse asustar frente a las dificultades como Daniel en la fosa de los leones, como David frente a Goliat; significa actuar con audacia y determinación, sin tibieza, “como un buen soldado” (2 Tim 2, 3-4); significa saber dar el primer paso sin tergiversar, como Abraham y como María.
Por su parte, la audacia es saber actuar con libertad sin atacarse a las cosas materiales provisorias. El salmo dice: “A las riquezas cuando aumentan no les deis vuestro corazón (61, 11). Ser audaces es saber estar siempre en camino, sin cargarse nunca, acumulando cosas inútiles, o aferrándose a sus propios proyectos, ni dejarse dominar por la ambición.
12.- Y, finalmente ser fiable y sobrio. Quién es fiable mantiene sus compromisos con seriedad, cuando es observado y sobre todo cuando está sólo; crea entorno a sí un clima de paz porque nunca traiciona la confianza que le ha sido concedida.
La sobriedad, – última virtud de ésta lista, pero no en importancia – es la capacidad de renunciar a lo superfluo y de resistir a la lógica consumista dominante. La sobriedad consiste en mirar al mundo con los ojos de Dios, con la mirada de los pobres y desde los pobres. La sobriedad es un estilo de vida, que indica el primado del Otro como principio jerárquico, expresando la existencia como prontitud en el servicio hacia los otros.
Para concluir, la Misericordia no es un sentimiento pasajero, es la síntesis de la Buena Nueva, es la elección de quien quiere tener los sentimientos del “Corazón de Jesús”, seguir seriamente al Señor que nos pide: “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es Misericordioso (Lc 6,36; Cf Mt 5,48).
Que la Misericordia guíe nuestros pasos, ilumine nuestras decisiones. Sea la columna vertebral de nuestra acción. Nos enseñe cuando debemos seguir de frente, o cuando dar un paso atrás. Que la Misericordia nos enseñe a leer la pequeñez de nuestras acciones en el gran proyecto de salvación de Dios, y en la majestad de su obra. Amén.