La propuesta abortiva de incluir los “derechos de salud sexual y salud reproductiva” en el proyecto de Nueva Constitución, es el motivo de esta carta que reproducimos por su interés y actualidad.
sta frase de Margaret Sanger, norteamericana, precursora del feminismo radical y fundadora de la “Liga Americana para el Control de la Natalidad”, hoy IPPF, expresa el núcleo de la eugenesia. Otro de los padres de la eugenesia, Francis Galton, señaló que: “el propósito de la eugenesia es controlar el porcentaje de crecimiento de los ‘ineptos”. Cyril Burt –conocido por sus teorías sobre inteligencia y su relación con los genes– dijo, refiriéndose a las familias hispano-americanas y mexicanas, que: “no se les debería permitir reproducirse”, pues desde el punto de vista eugenésico “constituyen un problema”. El presidente de la Eugenics Society, Julian Huxley, afirmaba que el proletariado constituye: “un grupo social problemàtico… se vuelven una carga para la sociedad… tienen la mala suerte de crecer y multiplicarse…“ Frente a esto, señala que: la única esperanza es “el perfeccionamiento de métodos de control de nacimientos”. Señores y señoras Asambleístas: para entender adecuadamente el problema del aborto, deben considerarse no sólo sus implicaciones médicas y jurídicas; debe atenderse también a la enorme gama de intereses ocultos. En la legalización del aborto concurren políticas imperialistas, intereses económicos e ideológicos. Como he mencionado ya, una de las fuerzas impulsoras del aborto es la eugenesia. Esta corriente ideológica considera que los pobres, los menos dotados, no tienen derecho a vivir, deben ser eliminados, se debe impedir su reproducción. Por eso, no es casualidad que en Estados Unidos las primeras cámaras abortivas hayan sido instaladas en barrios de negros y latinos. Tampoco es casualidad que nos hablen de la necesidad de facilitar el aborto a las mujeres pobres. Por impulsos de ciertos países imperialistas, la agenda eugénesica se aplica hoy a gran escala. En 1974, el entonces ministro de asuntos exteriores de Estados Unidos, Henry Kissinger, señaló: “que el crecimiento demográfico de los países menos desarrollado constituye un peligro para los intereses de Estados Unidos”. Por tanto, controlar la natalidad en los países pobres debía constituir un elemento prioritario en la política exterior de Estados Unidos. El control de la natalidad persigue así un doble efecto: Primero: disminuir la migración. Segundo: proteger los recursos naturales que –en opinión de algunos norteamericanos– pertenecen exclusiva-mente a Estados Unidos. Lo anterior está contenido en el Documento “Memorandum del Estudio de Seguridad Nacional-200”, conocido como “Informe Kissinger”, desclasificado por el gobierno de Estados Unidos en 1989 [5]. Entre otras cosas, dicho documento señala que: “ningún país ha reducido su población sin recurrir al aborto”, y que el aborto constituye “el método de control de fertilidad más difundido en el mundo de hoy”. Esta agenda antinatalista se promueve en todo el mundo a través de la Organización de las Naciones Unidas. Ciertamente, la ONU hace muchas cosas buenas, pero a través de el Fondo de Población de Naciones Unidas se procura desde hace varios años imponer el aborto en los países en vías de desarrollo. Señores Ministros, hablo con pleno conocimiento de causa: Yo misma trabajé durante años para el Fondo de Población de Naciones Unidas. He sido responsable de la implementación de diversos programas de salud sexual y reproductiva. Este término –y así lo reconocen las feministas– no es más que un eufemismo para introducir el aborto. Aquí, en este documento, reconozco que yo misma he llevado mujeres a abortar. Sin embargo, hoy soy consciente de que esto no ha servido en absoluto para mejorar la condición de la mujer. Su situación económica no mejora con el aborto; las situaciones de violencia contra la mujer no terminan después del aborto; y, lo peor de todo, la mujer después del aborto se encuentra más sola que antes. El aborto se convierte no sólo en un instrumento de control por parte de naciones poderosas, sino que constituye una forma más de esclavizar a la mujer, convirtiéndola en mero objeto sexual. A la imposición ideológica y eugenésica se añaden también fuertes intereses económicos. En varias de nuestras visitas a las mesas de trabajo de la Asamblea en Monticriste, hemos demostrado ya el gran negocio del aborto. Me limitaré a añadir que la IPPF –que administra gran parte de las cámaras de aborto en el mundo– en el 2004 reportó utilidades netas por 96 millones de dólares. La fundadora de IPPF, Margaret Sanger, afirmó también que: “la acción más misericordiosa que puede hacer una familia numerosa por uno de sus miembros más pequeños es matarle”. Señores y señoras Asambleístas: La propuesta abortiva de incluir los derechos de salud sexual y salud reproductiva en el proyecto de Nueva Constitución, constituye la cristalización de una agenda internacional impulsada por transnacionales y organismos internacionales. El aborto constituye una herramienta más del imperialismo de una oligarquía plutocrática, que pretende imponer sus políticas a los países menos desarrollados. Esto constituye además una gravísima violación a la soberanía nacional. Frente a esto, Ecuador debe repeler decididamente imposiciones extranjeras de esta índole. La reforma que se plantea derechos reproductivos es inconstitucional; no sólo contraviene principios fundamentales de Tratados Internacionales y de Derechos Humanos Fundamentales, sino que representa la sumisión a fuerzas extranjeras contrarias a los intereses nacionales. Por tanto, resulta pertinente que el DERECHO A LA VIDA DESDE LA CONCEPCIÓN sea incorporado en los derechos civiles, como un derecho fundamental de todos y todas losas Ecuatorianosas: POR UN ECUADOR LIBRE Y SOBERANO Muchas gracias. Amparo Medina, Red Provida Ecuador