la locura de creer en el amor
Bienaventurados vosotros los pobres, los que carecéis de bienes de fortuna y también los que, teniéndolos, los poseéis y disfrutáis sin apegaros a ellos. Bienaventurados los que, como el pobre Lázaro, no tenéis qué llevaros a la boca y dependéis para vivir de la generosidad de los demás; bienaventurados los que reconocéis que la vida, las cualidades personales y los bienes de fortuna son un regalo que se os ha hecho; seréis dichosos si sabéis vivir en actitud de agradecimiento.
Bienaventurados vosotros los que andáis escasos de dinero aun para lo necesario porque estáis en condiciones inmejorables para comprender qué es lo único absolutamente imprescindible y desearlo con todo el corazón. Bienaventurados vosotros que no podéis soportar impasibles la carencia clamorosa de vuestros hermanos; dichosos vosotros que sabéis compartir las riquezas que administráis. Bienaventurados aquellos que, careciendo de todo, todo lo esperáis, y confiáis que no os habrá de faltar lo suficiente para vivir un día más; sois los que mejor podéis acoger el Reino de los cielos, que excede a toda posibilidad humana y es puro don gratuito del Padre.
Bienaventurados los mansos, los dulces y humildes de corazón; los que no os dejáis llevar de la impaciencia ni de la ira; que sabéis encajar con aguante los zarpazos del mal sin devolver mal por mal; que soportáis con entereza las burlas y los desprecios porque no queréis convertiros en un eslabón más de una cadena de afrentas, vituperios e indignidades.
Dichosos los dulces de corazón que tenéis siempre una sonrisa en los labios, porque habéis comprendido la superioridad del amor sobre el odio, del perdón sobre la venganza; sois corredores de fondo y, al final, seréis reconocidos y apreciados por la gente, que, en el fondo de su corazón guarda el rescoldo del bien y de la verdad. Bienaventurados vosotros que sois tolerantes y comprensivos con las verdades ajenas, que no quebráis la caña cascada ni apagáis el pábilo vacilante, que no os rasgáis las vestiduras por los pecados del prójimo; si bien os mantenéis firmes en vuestras convicciones con la firmeza que da el saberse apoyado en el Señor.
Felices vosotros que sabéis tener la mano tendida al que desfallece o cae en el camino; que incluso retardáis vuestra marcha por esperar a los que no pueden, porque tendréis la satisfacción de llegar a la meta con un montón de amigos y hermanos.
sembrar con lágrimas, cosechar entre cantares
Bienaventurados vosotros que ahora lloráis porque seréis consolados cuando sea enjugada toda lágrima y no haya más llanto ni dolor ni sufrimiento. Dichosos vosotros si no os dejáis deslumbrar por el aparente éxito de los malvados, que viven preocupados sólo de sus intereses, de espaldas a Dios; pues son flor de un día.
Bienaventurados seréis si en la enfermedad no desesperáis, si en medio del sufrimiento mantenéis firme el norte de vuestra vida, si en las desgracias sois capaces de descubrir la presencia de un Dios que cargó con vuestros dolores. Porque entonces no sólo no será inútil vuestro sufrimiento; no sólo no será amargo e insoportable por falta de sentido…, sino que, al contrario, estáis ganando ya la batalla, ya se anuncia en vosotros la victoria, sois pregoneros y testigos de que un hombre nuevo está germinando: el hombre nuevo dueño de su destino, en posesión de la felicidad —que no le podrá ser arrebatada— para la que ha sido creado. Dichosos vosotros que tenéis un corazón sensible hasta derramar lágrimas, porque el Señor se conmueve ante un corazón contrito y humillado, y convertirá vuestras lágrimas en rocío vivificante.
Bienaventurados los que tenéis hambre y sed de la justicia porque seréis saciados. Tiene el Señor un oído atento a los gemidos de los oprimidos y no puede soportar sus lamentos; por eso no tardará en mostrar su justicia. Pues Él es un Dios justo, que ama la justicia y la rectitud. Dichosos vosotros los de corazón sincero, porque a vosotros se os dará el reconocer la insatisfacción de vuestro corazón cuando no ha logrado el verdadero objetivo para el que ha sido creado.
Dichosos vosotros porque estáis sobre la pista para descubrir el tesoro escondido y hallar la perla preciosa. Vuestra hambre crecerá de tal forma que cualquier cosa que no sea Dios os parecerá insignificante y sólo os causará hastío: Dios mismo colmará vuestros deseos.
espíritu de humildad, sencillez y alabanza
Bienaventurados los misericordiosos pues estáis muy cerca del corazón de Dios, que es un Dios de misericordia y de salvación. Dichosos vosotros si albergáis sentimientos de acogida y compasión, porque nacen de un corazón bueno y sabio, conocedor de su propia limitación, más propenso a salvar que a condenar. Seréis dichosos porque encontrareis comprensión en el mismo Dios para vuestras debilidades. Pero ya sois dichosos porque vivís reconciliados con vosotros mismos y con toda criatura, que, por el hecho de serlo, es frágil y efímera.
Felices vosotros que habéis descubierto el equilibrio entre el ideal y la realidad; felices vosotros que habéis alcanzado el gozo sereno que da la armonía con toda la creación, incluidos vosotros mismos, pues todo es amable y digno de salvación, si así se acierta a ver.
Bienaventurados los limpios de corazón, los de alma sencilla, los que miráis con ojos de niño; dichosos los que conserváis la capacidad de asombro admirativo de la realidad, la ingenua receptividad del sentido común, porque a vosotros os es dado conocer la verdad de las cosas, de las personas, de la vida. Dichosos vosotros que sois capaces de confiar en los demás, porque la fe os abrirá el corazón de los hombres. Dichosos vosotros los que os fiáis de vuestro corazón, porque él os llevará a Dios. Felices seréis si no dejáis que el interés enturbie y recorte vuestra visión encerrándola en la cortedad de vuestras miras humanas; pues quien mira con ojos limpios la realidad, se sorprenderá de alcanzar a ver -con los ojos de Dios- al propio Dios.
y en herencia, el Cielo
Bienaventurados los que trabajáis por la paz, los que construís la nueva humanidad del amor, só1idamente fundada en la justicia; pues ésta es la obra que Dios quiere y en la que Él se ha metido personalmente por medio de su Hijo. Dichosos vosotros porque Dios os reconocerá como hijos en el Hijo. Seréis dichosos si sabéis trabar la comunidad de los hombres con vínculos de concordia, de entendimiento y de humanidad, pues estaréis contribuyendo a formar la familia de quienes Dios quiere por hijos. Felices vosotros que anteponéis a vuestros intereses —incluso intereses justos— el bien de la paz; os hacéis semejantes al Hijo de Dios, quien no retuvo por la fuerza su derecho a la vida, conquistando así para vosotros la reconciliación universal y la paz.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, los que alzáis la bandera del derecho de los pobres a la salvación. Dichosos seréis si el seguimiento del Maestro y la continuación de su obra os trae problemas y persecuciones por parte de los satisfechos e instalados, exclusivistas e insolidarios. No os extrañéis, porque antes persiguieron a vuestro Maestro. Pero, cuando creían haber acabado con Él fue cuando Él coronó su victoria. Alegraos y regocijaos pues la persecución será vuestra mejor garantía de autenticidad de cristianos. Alegraos por haber sido considerados dignos de imitarle en sus padecimientos. Y regocijaos porque donde Él está habrá un sitio preparado en el reino para sus seguidores.