«En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron: “Pasa Jesús Nazareno”. Entonces gritó: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!”. Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”. Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Él dijo: “Señor, que vea otra vez”. Jesús le contestó: “Recobra la vista, tu fe te ha curado”. En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios». (Lc 18,35-43)
Jesucristo haciendo oficio de bondad, es lo suyo, es lo más propio de Dios. El bien tiende a difundirse por su naturaleza, a mostrar su cara por donde va. En el caso de Dios quedan identificadas caridad y vida personal. “Dios es amor” dice san Juan; no es un Dios con amor, que tiene amor, sino que es el mismo amor, que es aún más que aquello. Dice san Agustín que “la palabra amor es dulce pero más dulce amar”. Veamos cómo ejerce Cristo su ministerio de benevolencia.
Nos encontramos con “un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna”. Jesús se acercaba -dice el evangelio-. Actitud de cercanía y responsabilidad; actitud característica del amor: acercarse, dar compañía, crear fraternidad. San Juan de Ávila creaba comunión por donde iba. Esperando un barco en Sevilla en 1526, creaba unión evangelizadora con Fernando de Contreras y otros sacerdotes. Predicador y catequista en las calles y mercados.
El acercarse de Jesús no es puramente espacial, físico. Cuando él se acerca va al encuentro del otro, de lo otro. No imaginamos con facilidad lo que es un Amor encarnado, Dios humanado. Cristo es el amor hecho hombre. Su cercanía con el hombre no fue pura cuestión espacio-temporal sino cuestión de amor profundo, inmenso, infinito. Su amor supuso encarnarse y esto supuso respirar con aire humano el amor divino del Verbo.
Amaba a las personas y a la creación entera. Amaba y ama. El Verbo creador de Adán se encuentra en este episodio con posibilidad de remodelar a este hijo de Adán. Dar visión, él, que es la Luz del mundo. Oficio de amor, oficio de creador, función de amante.
Jesucristo, siendo Dios, se acerca al hombre para recrearlo humanamente, con cuerdas de amor (Os). Podría curar desde su ventanal eterno, pero prefiere hacerlo desde la arena líquida de la tierra: limos, humus, plasis, cuerpo. Verbo encarnado que con manos y poder decide curar a sus ya sí hermanos (Hebr) de la misma raza. Cercanía del Señor, cercanía de Dios trino.
Se acerca a una ciudad antiquísima donde se va a encontrar a un “ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna”. Encuentro de la Luz y la ceguedad, entre la abundancia y la menesterosidad. Este cieguecito está pidiendo misericordia, está pidiendo amor. Está marginado en el camino, no integrado en él. Está sentado, no en sosiego sino en vacío, con la inquietud de un carente. El Corazón de Cristo es atraído por lo humilde, por lo enfermo. El oye los lamentos de los atribulados.
El ciego oye la muchedumbre y se cuestiona, pregunta a los demás qué pasaba; y le respondieron quién pasaba. Actúan de evangelizadores los miembros de este gentío. Le explicaron con detalle, le evangelizaron. Aquello fue un Anuncio entre hermanos.
El que no veía lanza gritos de piedad y misericordia. Pero la masa evangelizadora es de poca calidad porque ahora le mandan callar. ¿Quién concretamente? Los que iban delante. Es el problema que suele acaecer a las primacías. Los promotores, los de primera fila, no siempre van en actitud de servicio sino de autoservicio. “Les gusta los primeros puestos en las sinagogas y que les hagan reverencias por las calles”. “Ni entran ni dejan entrar a los que quieren”. Te anuncio a Cristo y luego te lo retiro. Es importante llevar a cabo una evangelización integradora y completa, con todos los elementos, sin actitudes posesivas.
Está siendo un proceso curativo social, difícil y doloroso. ¿Por qué? Porque Jesús oyéndole la primera vez no se para, sino que siguió adelante para provocar más alientos y más fe. En segundo lugar la muchedumbre supone, en su caso, ganancias monetarias para el ciego pero golpes para el corazón. Todo el mundo ve que no ve. Además le mandan callar con enfado lo cual provoca una mezcla de amor propio no exenta de mezcla de fe, o fe mezclada con amor propio. Por último, lo tienen que traer a donde está Jesús, porque él no va a donde el ciego. Pequeña procesión en andas. Todo en público. Cristo le va a preguntar algo obvio, le va a forzar a desgranar la petición general de misericordia.
Cristo se acaba parando, asumiendo así la actitud del enfermo; parado, sentado, con escasa capacidad de movimientos. Cristo “se hace todo a todos para ganar a los más”.
Primero Jesús se acerca. Ahora el ciego se acerca a Jesús. En griego usa el evangelista el mismo verbo. Ya hay unidad. El Verbo arrastra al que no ve. Lo que era petición el Maestro lo ha convertido en un diálogo de amor. Ya no es clamor psicológico meramente humano sino oración al Mesías. “Ut unum sint”. Cristo parado como el ciego. El ciego acercado como el cercano Cristo. Curación y algo más, unidad. Se producido no ya la sanación solo sino la glorificación del Padre. Cristo hace las cosas bien, hace el bien divinamente, con esas manos humanas.
Francisco lerdo de Tejada