Tenemos que remontarnos ni más ni menos que al siglo VII, en nuestra España visigoda, concretamente en el X Concilio de Toledo del año 656, para fijar la fecha de la institución de la fiesta de la Expectación de la Virgen María ante el parto. Desde ese momento queda establecida su celebración el día 18 de diciembre, es decir, siete días antes de la Natividad de Jesucristo. En cuanto a la imagen, cabe señalar que fue el pasado 2 de junio de 2007 cuando ha sido canónicamente coronada por el Cardenal Carlos Amigo Vallejo.
El sí de María, imagen de la Iglesia
La advocación “O” tiene su origen en la costumbre de rezar siete antífonas los siete días previos a la fiesta de Navidad. Estas precisamente comienzan con la expresión gozosa de una “¡Oh!” —en latín simplemente “O”—, por lo que, con el correr del tiempo, alcanzó más popularidad que la de “Virgen de la Expectación” o “Virgen de la Esperanza”: en cualquier caso los tres nombres o advocaciones se refieren a la Virgen María embarazada, figura especial del tiempo de Adviento, tiempo litúrgico en el que se espera la venida del Mesías, y nadie como la Virgen quien lo esperó durante nueve meses.
En la iconografía cristiana han abundado las imágenes y tallas de esta Virgen, llegándose a catalogar en toda Europa unas ochenta, aunque algunos expertos afirman contar casi el doble. No falta tampoco la corriente que explica el nombre por la forma ovoide del vientre abombado de la mujer embarazada, en este caso, la Virgen María.
La fuente inicial de esta representación de María embarazada hay que buscarla, como ocurre en otros muchos casos, en Oriente, a partir de la Virgen del Apocalipsis, la mujer coronada de doce estrellas, la mujer alada, etc.
La devoción a la Virgen desde el momento de la Anunciación no es un rasgo de devoción mariana dirigida al sentimiento, sino que va más allá: el fiat de María acogiendo en su seno al Verbo Eterno del Padre es, a su vez, imagen de la Iglesia. De modo que cuando los cristianos acogemos también el anuncio de Jesucristo, quedamos fecundados por el mismo Verbo, convirtiéndonos de alguna manera en su madre: “Mi Madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen” (Lc 8,21).
¡qué pregón tan glorioso para ti, Virgen María!
Pero nosotros hemos querido relatar brevemente la devoción a la Virgen con esta advocación de la “O”, para resaltar precisamente las siete bellísimas antífonas del Oficio de Vísperas de esos siete días precedentes a la Navidad, antífonas cargadas de hondo significado bíblico y profundas reminiscencias proféticas del Antiguo Testamento esperando al Mesías.
¿Rezaba o cantaba así la Virgen María embarazada? Seguramente que entre todas las cosas que guardaba en su corazón, más de una vez aflorarían a sus labios esos preciosos elogios dirigidos a su Hijo, a quien había llevado en sus entrañas: “Sabiduría, Adonai o Señor, Raíz o Renuevo del tronco de Jesé, Llave de David, Sol, Rey y Emmanuel”.
La Iglesia ciertamente así lo viene cantando desde aquellos comienzos en el siglo VII. Quien conoce un poco el canto gregoriano, como ocurre aún en los monasterios, sabe de la belleza escondida en estos textos, que merecería cada uno una exégesis más amplia. Hace cuarenta años, el P. Lucien Deiss, pionero de la música litúrgica, grabó por primera vez en castellano estas antífonas en Salamanca, con otro grupo de cantos inspirados en la Escritura y difícilmente superados hoy.
17 de diciembre:
Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la salvación.
18 de diciembre:
Oh Adonai, Pastor de la Casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley, ven a librarnos con el poder de tu brazo.
19 de diciembre:
Oh Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones, ven a librarnos, no tardes más.
20 de diciembre:
Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel, que abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir, ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
21 de diciembre:
Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
22 de diciembre:
Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos, Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo, ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra.
23 de diciembre:
Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.