En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacía Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto; conforme a lo que se les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción. (Lucas 2, 16-21)
Es una fiesta especial acercarse estos días navideños al Belén viviente que es el Evangelio. Allí vemos movimiento, alegría, vida. Pastores que corren, ángeles que van, una doncella que medita.
Es interesante entresacar la actitud confiada de los pastores que acuden fieles a la cita que la gracia les procura. Ellos no tienen la belleza de la formación griega y latina. Tienen el donaire de lo sencillo y la fuerza de la fe. Es una confianza que hace correr. Es una confianza que hace reposar, meditar. Haga lo que se haga que sea en confianza. Aunque nos fallen los hermanos, la confianza no falla. Hay personas de las que uno no se puede fiar, defraudan. Pero esa realidad no echa por tierra al espíritu confiado. No es lo mismo que un desconfiado desconfíe que uno que no lo es. Morir es morir pero no es lo mismo teniendo fe que no teniéndola, aunque el hecho clínico sea idéntico.
Las malas actitudes de los demás favorece ciertamente el que uno no confíe, al igual que hay gestos que parecen pedir desamor. Pero la persona que ama y confía siempre se mantiene porque no falla; quien falla es la circunstancia, no el amor ni la fiducia. La respuesta acertada ante el mal no será nunca abandonar el amor sino acrecentarlo, mantenerlo al menos. Ahí se ve el valor. Ahí se ve la valía. Ahí se ve la gracia.
Pero al considerar la posición social de los pastores nos asalta una cuestión. Eran éstos personas de poca credibilidad, que no se las llamaba a declarar en juicios porque eran notables en ignorancia y de mentira fácil. Solo entendían el lenguaje de las ovejas. Y sin embargo, ¿por qué las escogió el Señor como primeros testigos del maravilloso intercambio del Dios encarnado en el que El humano y yo divino? Sencillos sí, y en ocasiones de poco fiar también. Dios lo escoge porque le puede la sencillez, por encima de miserias. Y Dios lo escoge para empezar ya su misión misericordiosa.
Pero no hay que ser demasiado simplistas o reduccionistas. En Belén también caben los libros. Quiero decir, que lo sabios de Oriente calcularon y calcularon hasta llegar a Belén. Y dieron con el sitio teniendo la cabeza llena de estrellas.
Es el arte de Dios, es la prudencia divina, que es capaz de unir lo humano y lo divino, lo que es con lo que no es, lo noble y lo plebeyo. Es oficio de misericordia aunar, no dividir. Es un auténtico arte que los humanos hemos de aprender.
Arte, virtud y aristocracia tiene un mismo origen griego: la fuerza. Dios trabaja con su fuerza graciosa para unir a los hombres en concordancia. Este espectáculo de luz y unión es lo que vemos en Belén: allí se encuentran la tinta de papiro y el heno silvestre; el bien decir y la inexpresión, la seda y la tela, el oro y el barro, la mirra y la rosa. Estrechan manos finas las gruesas de pastor, el manjar lejano y la miel. Todos forman uno porque Uno se encarnó. Es distintivo principalísimo de los discípulos de Cristo: crear unidad, formas espirituales de unión. Por encima de todo el Amor. Las barreras sociales quedan holladas por los pies de los primeros adoradores del mundo.
¡Serán brutillos estos pastores pero qué buenos son! Primero, creen con facilidad lo que los ángeles dicen. Después refieren todo a María y José como si no estuvieran al tanto de la grandeza de su Hijo. A María le dicen que su Hijo es alguien muy especial. Y ella no hace alarde de saberes angélicos sino que medita y medita para más alabanza.
Los pastores van llenos de noticias divinas y regresan llenos de vítores y danzas pastoriles. Son testigos de un Amor inmenso que los envuelve y “todo como le habían dicho”. Ya no tendrán más ganas de mentir. Han sino afinadas sus torpes palabras por la encarnada. Verbo hecho raíz en tierra humana.
El Niño se está alegrando porque la voz del Padre, que es El mismo, comienza a verter su aroma en tienda de pastores, en establo de animal.
Circuncidarán al Niño y le pondrán por nombre Jesús. El nombre va asociado a la herida. Jesús, ungido, salvador, atado ya de pequeño a una herida. Nombre anunciado por un ángel y ahora impuesto por voces humanas. Ya suena, no las campanas, sino el nombre de Jesús en la tierra. Dentro de poco se podrá oír su voz, cuando crezca y predique que el Reino de Dios está cerca.
Aunemos la vida pastoril con la vida del intelecto; la humildad con la ofrenda de nuestra mente. La entrega total de nuestra vida, en cuerpo y alma. Todo es recibido por la misericordia de este Jesús que tanto nos quiere e ilumina.