Interesantísima la medida de la presidenta de la Comunidad de Madrid para restaurar la autoridad de los maestros en las aulas. A partir de ahora, estarán revestidos del mismo rango que los inspectores de Educación. Por ejemplo, insultarles o pegarles será delito de atentado.
Hacía falta una iniciativa así, que seguro tiene su eco en el resto de España.
Observemos que los más jóvenes tienen dificultades graves para reconocer cualquier tipo de autoridad, desde la de los ancianos a la de los padres. En el fondo de todo está el concepto cultural de Mayo del 68, que pretendía la abolición de las jerarquías sociales, fueran las de la familia o las del Estado. El tiempo, sin embargo, ha demostrado la mentira de toda aquella revolución.
Ningún hombre se hace a sí mismo. Para conocer las cosas necesitamos heredar la tradición de nuestros mayores y ésta nos llega en el hogar, en los libros, en las aulas. Interrumpidos todos los canales, los chavales de hoy en día crecen en muchos casos completamente solos. Y ¿cómo crecen? Miremos en torno: botellón, novillos, fracaso escolar, violencia en casa. Crecen huérfanos. Carecen de esperanza porque sencillamente nadie se la ha podido proporcionar. Son huérfanos de la civilización. Reproducen el mito del buen salvaje y demos gracias si siquiera saben hablar.
La transmisión de la tradición cultural exige canales reforzados por la autoridad natural de padres, mayores y maestros y si queremos que los chicos de hoy tengan futuro, urge restaurar estos canales de la educación y del amor, que exigen, necesariamente, la autoridad.