Para muchos católicos, el Papa Francisco es algo así como el Cura Párroco de la Aldea Global y diríase que él se siente muy satisfecho con esa imagen.
Por los avatares de la historia y durante siglos, el Mundo, es decir, esa Aldea Global, ha pasado y sigue pasando por incontables episodios de injustificadas rivalidades entre hermanos, odiosos enfrentamientos entre vecinos, criminal ignorancia de los derechos de los más débiles, perrunos seguimientos a personajes de mala catadura, irrecuperables despilfarros de bienes comunes, etc…
Como buen cura párroco de todos los habitantes de la Aldea Global, sean o no de buena voluntad, vayan o no a la Iglesia, a la Sinagoga, a la Mezquita, a la Pagoda o a la Bolsa convertida en Templo por sus asiduos fieles, …Francisco se ha propuesto la tarea de reformar y mejorar todo lo reformable: y mejorable lo muestra con sus medidos, oportunos y sencillos discursos, pero con sus muy estudiados viajes. Refiriéndose a sus trabajos durante el año 2017, la revista “Alfa y Omega” nos señala:
Francisco es un reformador. Lo asumió desde el inicio de su ministerio. No un simple maquillador de estructuras. Ni mero administrador en tiempos de crisis. A él le preocupa transformar los corazones. Sembrar cambios de fondo. Este ha sido el reto en sus tres primeros años de pontificado. En 2017 se ha dedicado a profundizar en la reforma. Dentro y fuera de la Iglesia. Un reto no exento de insidias. Se cierra un año intenso, durante el cual Francisco visitó cuatro continentes, se involucró en delicadas crisis internacionales, afrontó afiladas críticas y concentró su atención en aquello que considera importante: los desposeídos
«Los pobres son nuestro pasaporte al paraíso». Palabras que resumen con eficacia el núcleo de la predicación del Pontífice en este año. Las pronunció el 19 de noviembre, en la primera Jornada Mundial de los Pobres. Una celebración que él mismo instauró y constituye, ya, una de sus herencias más significativas. Ese día celebró la Misa con desposeídos de diversas naciones en la basílica de San Pedro y compartió la mesa con 1.500 de ellos en el Vaticano. No por casualidad, su mensaje por la jornada se tituló: No amemos de palabra sino con obras.
Congruencia. Una constante invitación a vivir, con acciones, aquello que se cree con el corazón. Una actitud que Francisco ha querido imprimir a su labor personal e institucional. Eso mismo pidió en su más reciente mensaje de Navidad dirigido a la Curia romana, el 21 de diciembre en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano. Más que un repaso del año que termina, fue una colección de claves de lectura. Válidas para analizar el año que se fue, pero también para anticipar qué ideas de futuro tiene el Obispo de Roma:
Cura Párroco de la Aldea Global, nos permitimos apuntar.