En aquel tiempo, los apóstoles le dijeron al Señor: «Auméntanos la fe».
El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería.
¿Quién de vosotros, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo: “Enseguida, ven y ponte a la mesa”?
¿No le diréis más bien: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”?
¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: “Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”» (San Lucas 17, 5-10).
COMENTARIO
Cuando hayamos hecho todo lo que se nos ha mandado, hemos de decir: “somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.
Son palabras que pueden sonar duras al que conoce el amor de Dios, pero hemos de recordar que no nos ama Dios por lo bueno que somos o por las obras que hayamos realizado, pues somos pecadores y el justo peca siete veces al día. Dios no nos debe nada, somos nosotros los que estamos en deuda con Él, ya que nos ama a pesar de nuestros pecados y estando nosotros bajo el dominio del pecado, Él nos amó y do su vida por nosotros. Por pura gracia hemos sido salvados, no por unos méritos que no poseemos.
Él nos ha amado primero, no nosotros a Él, por lo que nada tenemos de lo que enorgullecernos ni Él tiene ninguna deuda para con nosotros, de modo que deba devolvernos los favores que le hayamos podido realizar. No estamos nosotros a su servicio, Él está a nuestro servicio y para eso ha venido, para servir y no pare ser servido. La única deuda que tiene con nosotros es la del amor. Nos debe porque nos ama.
Y no es por iniciativa nuestra por la que servimos al Señor. No le hemos elegido nosotros, Él nos ha elegido a nosotros. Si fuera por iniciativa nuestra tendríamos derecho a la recompensa; pero es un encargo el que se nos ha hecho. Si fuera nuestro el trabajo, tendríamos qué gloriarnos, pero no nace de nosotros el deseo de responder a su llamada. Él es el que nos ha elegido y llamado y al Él corresponde darnos graciosamente lo que quiera darnos y la recompensa es la de poseer a Aquel que nos llama y envía.
Hemos conocido el amor en el hecho de que Él ha dado la vida por nosotros, por lo que también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos. Es nuestra labor en justa correspondencia al don inmenso que hemos recibido. Servimos porque hemos sido servidos. Amamos porque hemos conocido el amor y el amor pide don de uno mismo, desvivirse buscando el bien del amado. Esta es nuestra herencia: tener a Aquel que nos ama y nos capacita para nosotros amar.