Dijo a sus discípulos: «Es imposible que no vengan escándalos; pero ¡ay de aquel por quien vienen! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños.
Cuidaos de vosotros mismos. «Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: «Me arrepiento», le perdonarás.»
Dijeron los apóstoles al Señor; «Auméntanos la fe.»
El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: «Arráncate y plántate en el mar», y os habría obedecido» (San Lucas 17, 1-6).
COMENTARIO
Actualidad pura y dura estos mensajes de Lucas.
Al que escandalice a los pequeños ¡Piedra de molino al cuello y hasta el fondo del mar! ¿Pero qué son los escándalos? ¿Quiénes son los ‘pequeños’? ¿Cuál sería hoy la piedra de molino castigante? La impresión más inmediata y extendida en las noticias que se difunden como pólvora por los medios comunican más el mal que el bien, el contenido del escándalo parece ser un comportamiento sexual inadecuado por algún miembro de la Iglesia con los niños, pero la advertencia de Jesús abarca mucho más que eso. Los escándalos más graves no solo son desmanes y abusos sexuales individuales, que obviamente también lo son; ni los pequeños son solo los niños, como parecen entender las corrientes noticiosas del enemigo que usan el escándalo de pecado individual como arma contra todo colectivo adversario político o religioso, sin importarle de verdad el ’pequeño’ escandalizado, ni cómo protegerlo y equilibrarlo, ayudándole a formarse y distinguir la verdad de la mentira.
Hoy además se estila buscar la piedra de molino más grande y el mar más profundo -sobre todo si es para alguien de la Iglesia-, para que ese enemigo odiado no pueda resurgir. Eso será un castigo quizás merecido, pero no es la educación de los “pequeños” ni todo el Evangelio. El código penal de todos los países recoge y tipifica como delito con su pena, el abuso de menores, aunque difieran luego en la concepción de otro atropello enorme, que es el aborto.
Escándalo, en la literalidad del griego Lucano, es un ‘lazo que hace caer en pecado’, ocasión de pecado, tropezadero, trampa del enemigo, piedra de tropiezo, obstáculo en el camino de un desarrollo armónico en valores humanos del espíritu, para conocimiento de la verdad y de la convivencia social, familiar etc. que nos van a acompañar toda la vida en nuestras relaciones personales. Impedir que alguien pueda crecer armónicamente en la fe, porque es ‘pequeño’ aún en el juicio selectivo de esa fe a la que se han puesto piedras en el camino o palos en las ruedas, sea niño o adulto por la edad, eso es un escándalo. Impedir que un niño asuma su proceso de desarrollo sexual hasta llegar a usarlo como instrumento de comunión profunda del amor, es un escándalo. Pero también escandaloso es una desbocada y falsa libertad en la que solo importa el placer y la apariencia que se intenta lograr con estímulos sensoriales de los colores, o los comportamientos anormales y palabras incitantes a la adoración de la propia imagen. Fue de las primeras tentaciones de Satanás a Jesús: “Si te arrodillas delante de mí, todo será tuyo” (Lc 4,7).
Un escándalo es la perversión o impedimento de la vida sana, y la vida más sana es la de la fe que dura eternamente. Apartar a alguien de ella es el mayor pecado. Los “pequeños”, en la estatura de la fe, son los que aún no han llegado a la madurez de su talla humana. Son la gente sencilla que aún confía en lo que se les dice desde los púlpitos de los medios de comunicación, o desde las personas de confianza, por su estado y cargo, que deberían decir siempre la verdad. Y como hay que hacerse pequeño para entrar en el Reino, todos podemos ser objeto de escándalo.
Desde S. Lucas, experto en la misericordia, el Maestro exhorta a cuidar de nosotros mismos como iglesia, de una forma muy original, muy suya, que nace del amor: «Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: «Me arrepiento», le perdonarás.» Siempre el perdón, la misericordia, antes que la piedra de molino irreversible. ¡El ojo bien abierto para conocer a los pequeños y los escándalos! Porque son mis hermanos, son la Iglesia, y cuidándolos, cuido de mí mismo. La fe siempre despierta para decirle al hermano que está en la higuera, -sicómoro dice Lucas-: «Arráncate de ahí y plántate en el mar de la misericordia, y os obedecerá”.
El mayor escándalo y atentado contra la vida es el impedimento de la fe que lleva a la eternidad de Dios. Para S. Pablo, mentor de S. Lucas, el mayor escándalo para los judíos y la mayor locura para los hombres ‘cultos’, es la Cruz de Cristo. Jesús lo sabía y tuvo que decir: “¡dichoso el que no se escandalice de mí!”.
Los escándalos son temerosas olas en el mar de la paz y el amor, que siempre las habrá, pero la barca de Cristo las aguanta y las surca en la fe que engendra caridad. ¡Así somos hermanos!