Queda poco para la Cuaresma del 2016, está cercano el Miércoles de Cenizas. La Iglesia pone rumbo a Jerusalén, subimos con Cristo, para cumplir la Pascua. La Liturgia de la Palabra de este V Domingo del Tiempo Ordinario, nos presenta a Cristo para suscitar en nosotros la respuesta de la fe, por medio de la Palabra acogida. La Liturgia Eucarística nos introducirá en una Acción de Gracias motivada hoy ante el Signo que se nos ha preparado, “para manifestarnos su Gloria y para que creamos en Él.” (Cfr. Jn 2, 11).
Cinco familias del Camino Neocatecumenal con 20 hijos, procedentes de Italia, San Marino, Polonia y España, cuatro chicas misioneras, Tomazs de Polonia y yo, a pedido del Arzobispo de Riga, Monseñor Z. Stankevizc, hemos venido como Familia ad Gentes a Letonia enviados hace 10 meses por el Papa Francisco. Nos asombra ver que la gente nos estaba esperando. Isaías es llevado al cielo, ¿lo introducen en el primero o en el séptimo cielo? En el Cielo de la Alabanza que hoy cantamos: ¡Santo, Santo, Santo, El Señor Dios Rey del Universo!
La vocación-conversión en Isaías, está invertida en relación con el Acto penitencial de nuestras Eucaristías. El profeta, primero ve la Santidad del Señor de los Ejércitos; la conversión llega en segundo lugar: “Que soy un hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros.” (Cfr Is 6,5). Nuestras liturgias penitenciales dentro de la Misa, lo hacen al revés: primero, hacemos confesión de los pecados, a veces sin ni saber cuáles son… luego, en segundo lugar, se nos introduce al Gloria y al Santo.
Es interesante, la pedagogía que Dios tiene con Isaías. El fuego purificador de la Misericordia gratuita de Dios… “ha tocado tus labios…” (v. 7). A Isaías se le ha dado ver, para prepararlo y enviarlo como testigo a la misión: “Heme aquí, envíame. ¡Ve!” (v. 8 y 9).
Dicen de Jesús, que es un profeta muy cercano, humano, hasta le hacen un ‘pacifista a la moda’, pero ¿por qué se ha hecho Dios? No profesan su ser “Dios de Dios, Luz de Luz, engendrado no creado, por quien todo fue hecho. Que por nosotros los hombres, y por nuestra salvación, se hizo hombre.” (Credo Constantinopolitano).
El arrianismo decía: Y, ¿por qué Dios ha tenido que hacerse hombre? Verdadero Dios, hombre verdadero. No nos extrañemos viendo, en el Evangelio de hoy, al mismo Dios que se ha manifestado a Isaías “sentado en un trono excelso y elevado” (Is 6,1), sentado ahora en una barca en el lago. El mar es imagen de la muerte, en el cine y la literatura. El madero que flota sobre el agua, es el trono del Rey, imagen judeocristiana, tan antigua como Noé, de la Victoria sobre la muerte.
El evangelio de este domingo está lleno de símbolos. El Jesús de la barca, es el mismo que sube a la Cruz. “Al que vosotros entregásteis. Matasteis al Adonai que lleva a la Vida. Pero Dios le resucitó de entre los muertos. Convertíos para que vuestros pecados sean borrados.” (Hch 3, 13. 15. 19).
En Israel, ayer y hoy, no se le ocurriría a nadie decirle a un simple mortal: ¡Adonai! A los mártires cristianos de los tiempos de Nerón, y del Estado Islámico, sí, cuando se trata de Jesucristo. Estamos en presencia de un Dios artista, creativo, original, libre, que no hace componendas con los ídolos.
El Dios Trascendente de la liturgia del Cielo, está aquí y procede con Pedro igual que con Isaías, paso a paso: primero la Palabra para llamar libremente a la fe: “salió el Sembrador a sembrar…” (Lectura contínua, 27 de enero: Mc 4, 3). Luego, este domingo, el Signo de una pesca sobreabundante, que confirma la Palabra, suscita la conversión. Dice la Sacrosanctum Concilium, “Cristo está presente en los sacramentos.” Podemos añadir, y también en la predicación, y en la historia del reciente Family Day (Roma, 30/1/2016) donde dos millones de italianos, católicos o no, han dicho por tercera vez NO. No a la IG, no a los vientres de alquiler, no a los parlamentarios, y si los votos tienen algún valor, no al presidente.
Los sacramentos son sacramentos de la fe, no se dan sin la fe. Dos veces, insistiendo, ha dicho el Papa a los togados de la Sacra Rota Romana, a la Curia entera, y a los obispos en comunión con él: hay que hacer un nuevo catecumenado… Me digo a mi mismo, ¿sólo para evitar la hemorragia del divorcio exprés? No sólo, también para transformar nuestra agua en vino nuevo. Porque nuestra fiesta no era Fiesta, porque la muerte reinaba en nosotros.
“¡Apártate de mi Adonai, que soy un hombre pecador! Pues el asombro se había apoderado de él, y de cuantos estaban con él, a causa de los peces que habían pescado.” (Lc 5, 89). A la hora de la comunión, me acercaré con la actitud de Pedro a comulgar. La misión: “No temas, desde ahora serás pescador de hombres.” (Lc 5, 10).
Juan Ignacio Echegaray.
7 de febrero 2016. Mártires de Nagasaki, Japón.