Confieso que no sé con qué cuchara o tenedor se «come» semejante noticia, aparecida en la segunda semana de diciembre de 2014: un joven brasileño de pocos años confiesa que lleva asesinadas 42 personas «por placer», así, como suena. La noticia se ha difuminado absorbida por otras más impactantes del momento.
Si me hubieran dicho que las mataba por robarles la pasta, por venganza u odio, porque eran unos bichos indeseables, porque la habían tomado contra él…, la noticia se me hubiera atragantado igualmente, pero habría un motivo, irrazonable e irracional por supuesto, que daría una tristísima explicación…
Pero ¿matar por placer? Pero ¿de qué placer se trata? ¿Era un puro masoquista que disfrutaba
con el dolor ajeno? Pero ¿qué le pasaba a este tío? ¿Acaso llegaba al paroxismo del orgasmo cada vez que hundía el puñal en sus víctimas o les pegaba un tiro o se le hacía la boca agua viendo los borbotones de sangre fresca?
Creo que no habrá test, electroencefalograma, tac cerebral… que indique de dónde viene esa «hambre» de hacer daño: habría que hacer un análisis al mismo demonio —y me temo que sabe burlar todos ellos— para que quede de manifiesto que es él quien quiere el mal y por el mal.
Jesús Esteban Barranco.