Después de esto, designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir.
Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos.
No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.
En la casa en que entréis, decid primero: «Paz a esta casa.»
Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros.
Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa.
En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan;
curad los enfermos que haya en ella, y decidles: «El Reino de Dios está cerca de vosotros.» (Lucas 10,1-9)
Una gozosa tradición en la Iglesia Católica es que el Vicario de Cristo, dedica el día uno del comienzo del año a la paz, señalando en su discurso la orientación que de esta virtud, tan humana y tan cristiana, tienen necesidad los fieles.
En el 2017 el Papa Francisco ha centrado su discurso en la no violencia, que nos sirve de eco a lo que Jesús nos propone en el Evangelio de hoy, pues el Señor nos enseña a vivir la paz y a transmitirla, aún estando en medio de lobos, la evangelización tiene esa fuerza, transmitir “la Paz a esta casa”. Y, aunque por espacio tengamos que reducir el mensaje del Papa, señalemos algunos aspectos programáticos:
“Deseo la paz a cada hombre, mujer, niño y niña, a la vez que rezo para que la imagen y semejanza de Dios en cada persona nos permita reconocernos unos a otros como dones sagrados dotados de una inmensa dignidad. Especialmente en las situaciones de conflicto, respetemos su «dignidad más profunda» y hagamos de la no violencia activa nuestro estilo de vida”.
Más adelante añadirá:
“Que la caridad y la no violencia guíen el modo de tratarnos en las relaciones interpersonales, sociales e internacionales. Cuando las víctimas de la violencia vencen la tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles en los procesos no violentos de construcción de la paz. Que la no violencia se trasforme, desde el nivel local y cotidiano hasta el orden mundial, en el estilo característico de nuestras decisiones, de nuestras relaciones, de nuestras acciones y de la política en todas sus formas”.
Tras estas ideas realiza el Papa un recorrido histórico acerca de cómo es posible para el cristiano vivir la paz en este mundo violento y, para ello, se basa tanto en documentos magisteriales de sus predecesores, como en el ejemplo de santos y aconseja:
“Si el origen del que brota la violencia está en el corazón de los hombres, entonces es fundamental recorrer el sendero de la no violencia en primer lugar en el seno de la familia. Es parte de aquella alegría que presenté, en marzo pasado, en la Exhortación apostólica Amoris laetitia, como conclusión de los dos años de reflexión de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia. La familia es el espacio indispensable en el que los cónyuges, padres e hijos, hermanos y hermanas aprenden a comunicarse y a cuidarse unos a otros de modo desinteresado, y donde los desacuerdos o incluso los conflictos deben ser superados no con la fuerza, sino con el diálogo, el respeto, la búsqueda del bien del otro, la misericordia y el perdón”.
Termina su alocución con un grito de esperanza: “Todos podemos ser artesanos de la paz”. Así es, así nos lo recuerda este Evangelio, paz porque el Reino de Dios está cerca de nosotros.