Ayer estuve en la exposición “Abstracción Biométrica” en la Fundación Telefónica. El título de la exposición echa para atrás y crees que va a ser un ladrillo difícil de avalar. Con miedo me llevé a cuatro adolescentes y recé para que después de esta experiencia no me cerraran la puerta a planes culturales en el futuro. Pues os digo desde ya, es ¡¡¡impresionante!!! No os la perdáis. Estará hasta octubre y son solo tres salas que se pueden recorrer en media hora, pero trasforman el sentido y la forma de ver la vida.
Consiste en diversas instalaciones interactivas. Las obras se crean a partir de nuestras constantes vitales, captando nuestro ritmo cardiaco y descifrándolo en vibraciones proyectadas sobre agua o en destellos de luz. Incluso la respiración o la propia voz se traduce en obras de arte.
La primera instalación es una sala amplia, oscura, con luces en el techo parpadeando. Al entrar te encuentras descentrado pensando, y esto, ¿qué? Pues algo tan banal e insignificante representa el latido del corazón de todos los visitantes que pasan por la exposición. Cada persona puede sujetar durante unos minutos un trasmisor que recoge su ritmo cardiaco y el receptor lo traduce en destellos de luz en una bombilla. Tu propia energía vital interior se traduce en luz exterior hacia el espacio. Es una sensación como si desvelaras tu alma para unirla a cientos de almas brillando en el techo como estrellas sobre nosotros. La imagen de todas las bombillas latiendo al unísono pero cada una manteniendo su propio baile, es como un concierto que aúna la humanidad en su intrínseca existencia. Se siente la presencia de Dios arropando al ser humano, latiendo en su interior y recordándonos que vive por igual dentro de cada una de las personas que nos rodean. Nos sentimos mágicamente unidos vitalmente a multitud de personas desconocidas, cuyo ritmo vital iluminaba el espacio a la vez que el nuestro. Desde el silencio, desde nuestro interior sale una luz que en conjunto irradia y vibra con fuerza y majestad. La vida interior luce en el exterior en unidad y armonía.
Otra instalación preciosa es una proyección gigante de tu huella dactilar, creando un mosaico con infinitas imágenes proyectadas sobre un muro. Impacta el telón de luz y color formado a partir de la simple impresión de un dedo. Algo tan sencillo pero que encapsula todo tu ser. Las líneas dactilares son nuestro documento de identidad, lo único que define exteriormente y de una forma concreta la individualidad de cada uno de nosotros. Algo tan insignificante, pero a la vez tan importante, ¡y no le concedemos el respeto merecido ni la grandeza que refleja! ¿Cuántas cosas pequeñas pasan por nuestra vida sin que apreciemos el valor que representan? Una simple huella encapsula nuestro existir, y al representarla en multitud de imágenes te preguntas: ¿cuántas huellas estoy dejando en mi paso por la vida? ¿Qué sentido le estoy dando a mi existencia?
No os voy a delatar más instalaciones para que el factor sorpresa os atrape y os cuestione el significado de cada obra… Solo os daré la última pincelada con una pieza espectacular que aúna poesía y delicadeza de una forma lírica, proyectando nuestras constantes vitales en sombras de agua, como grafismos que se entrelazan con las de otras personas y dando forma a una armonía colectiva donde el individualismo se funde en la totalidad. La esencia es la unidad. Os invito a que experimentéis el arte a través de vuestro ser.
María Tarruella