En aquel tiempo se apareció Jesús a los Once, y les dijo: –Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado.
A los que crean, les acompañaran estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos.
El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la Palabra con los signos que los acompañaban (San Marcos 16, 15-20).
COMENTARIO
…Jesús es arrebatado hacia el seno del Padre (Jn 1,18). Una vez llevada a término nuestra misión, los que buscamos y anhelamos ser discípulos de Jesús tenemos experiencias espirituales cada vez más intensas que nos arrebatan hacia Dios. Es un ser arrebatado progresivo que se consuma en nuestra muerte. En ese momento Dios nos arrebata definitivamente hacia Él. La sucesión de este tipo de experiencias en nuestra vida mortal van desde esas palabras llenas de vida que saltan del Evangelio hacia nuestra alma, hasta la adoración suprema que supone la Eucaristía, pasando por experiencias intermedias como son el perdón de los pecados, la oración del corazón, la solicitud con los pobres, enfermos, etc…