En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: «Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás». Lucas (11,29-32):
Esta Palabra de Dios viene directamente dirigida a los que nos creemos Iglesia y sobre todo a los que nos sentimos más que justificados por tantas cosas como hacemos en y para la Iglesia. Jesús nos atrae con su libertad y su autoridad. Envidiamos su actitud ante la vida y nos agolpamos detrás de Él. Yo siento hoy que me pregunta, como al ciego del camino, ¿qué quieres que te haga? ¿por qué me sigues? ¿vienes porque te he saciado con los panes? Porque si realmente seguimos al Señor con un corazón perverso, exigiendo que se haga nuestra voluntad, como en Masá y en Meribá, el fin es evidente: la soledad y la muerte. Esta Palabra es la típica que nos rechina y que no nos gusta porque viene a decirnos hoy: párate y pregúntate: ¿eres de los que acompaña a Jesús a Jerusalén para hacer la voluntad de Dios, coger su cruz y entrar en ella o por el contrario le sigues para utilizarlo, para ver si te hace un milagro a cambio de tantas cosas como haces en la Iglesia y te soluciona esa vida chata, temporal y burguesa en la que intentas sobrevivir?
¡Convirtámonos hermanos! porque la única señal válida y clara que ha sido levantada por encima de nuestras debilidades, de nuestras limitaciones, de nuestros miedos, la única señal que hoy tenemos en nuestra vida, es la cruz. Si hoy reclamas una señal para seguir, porque estás ciego y no ves, porque tu vida es oscuridad, porque no puedes con tu historia, el Señor te regala esta Palabra y te dice ¡ánimo Yo he vencido al mundo! Yo he dicho no a mí mismo, a mi condición de Dios por amor a ti. Deja de mirar tu ombligo, levanta la cabeza y mira la señal que Dios ha provisto para ti: la cruz gloriosa que ha sido levantada para que todo el que la mire con un corazón deseoso de destruir la idolatría en la que vive y crea, tenga Vida Eterna. El Señor nos llama con esta Palabra a trabajar y a seguirle para la Vida imperecedera, no para saciarnos con el pan, para calentar nuestros corazones un poquito de vez en cuando con la predicación o con algún sacramento, sino que nos llama a despreciar nuestra vida, nuestros proyectos y a decir hágase, como María, a la obra redentora del Padre, por amor a los hombres.