En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: «Meteos bien esto en la cabeza: al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres.»
Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro que no cogían el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto (San Lucas 9, 43b-45).
COMENTARIO
La buena noticia de hoy viene cargada de nubarrones, “meteos bien esto en la cabeza, al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres”, esto nos habla de sufrimiento, pasión y muerte, pero no hay que olvidar que detrás viene la Resurrección y con ella la salvación para toda la humanidad.
Todos los seres humanos crecemos, nos desarrollamos y morimos en el mismo acto, desde que nacemos, el tiempo es de vida y es de muerte, pero no nos queremos morir y mucho menos sufrir. Estas realidades de la vida si pudiéramos nos las quitábamos de encima y hay ejemplos en nuestra sociedad: no se habla de la muerte ni de sufrimientos y si se oye hablar solo es en pequeños corrillos. Se habla de irnos a vivir a otras partes del Universo, se espera que la ciencia descubra la inmortalidad y mientras lo esperamos nos rodean las enfermedades, pandemias, cánceres, enfermedades raras y conocidas que nos llevan a la tumba.
Ánimo, ya dice San Pablo que somos ¡necios! lo que nosotros sembramos no recibe la vida si antes no muere, se siembra mortal, resucita inmortalidad, se siembra débil, resucita fuerte, lo mismo que el grano de trigo se transforma en nueva planta de trigo. Así, se siembra un cuerpo animal, resucita un cuerpo espiritual. Dicen las Escrituras: “El primer hombre Adán fue un ser animado” El último Adán, un espíritu que da vida, no es primero lo espiritual sino lo animal. Lo espiritual viene después. El primer hombre, hecho de tierra es terreno, el segundo hombre viene del cielo. Nosotros que somos imagen del hombre terreno seremos también imagen del hombre celestial (1ª de Cor 15, 42-49).