Hace algunos meses acudí con mi familia a una exposición organizada por una prestigiosa fundación cultural de Madrid que reunía una nutrida colección de piezas de arqueología y obras de arte antiguo, pertenecientes en su mayoría al Museo Británico y al Museo de América. La exposición estaba distribuida siguiendo un orden geográfico y cronológico, y abarcaba prácticamente todas las épocas de la Historia, desde la Edad de Piedra hasta el mundo actual. Se podían contemplar piezas de arqueología milenaria, esculturas clásicas a tamaño natural de las antiguas Grecia y Roma, lujosas joyas obtenidas en las excavaciones de la anciana Mesopotamia, una momia egipcia o las joyas de la ciudad bíblica de Ur.
Toda la exposición se albergaba en un amplio recinto muy bien acondicionado y con un gran despliegue escenográfico y visual porque tenía una marcada intención divulgativa, por eso había llevado a mis hijas a visitarla.
Al final del recorrido de la exposición, estaba representada una línea del tiempo en un gigantesco panel de unos 200 metros extendido a lo largo de todo el recinto. En esa interminable línea se señalaban las fechas más representativas de la Historia de la Humanidad: la invención de la rueda en el año 5000 a.C.; el reinado de Tutankamon en 1350 a.C.; la fundación de Roma en el 753 a.C.; la guerra del Peloponeso en el 430 a.C.; la Primera Guerra Púnica en el año 264 a.C., etc.
Yo iba recorriendo pacientemente la dichosa línea, en la que medio metro correspondía a 100 años, y preparaba a mis hijas para la llegada al punto que señalaría el “año cero”, ese momento en el que los años dejaban de estar seguidos de “a.C.” y se comenzaba a contar el tiempo en positivo, o sea en “d.C.”. Aprovechando la visita cultural, pretendía hacer una catequesis de la extraordinaria trascendencia no solo religiosa sino antropológica que supuso el nacimiento de Cristo como centro y sentido último de la Historia.
…año 72 a.C.: rebelión de esclavos y gladiadores al mando de Espartaco; año 31 a.C.: Marco Antonio y Cleopatra; año 19 a.C.: muere el poeta Virgilio; año 12 a.C.: César Augusto es proclamado Emperador de Roma, y por fin, el año cero….
omitir la relevancia de la cristiandad
Pero en la línea del tiempo solo aparecía eso, un CERO, un cero mucho mayor que todas las fechas anteriores, y… ninguna reseña histórica. Un cero pelotero y nada más… Mis hijas comenzaron a preguntarme sobre ese dichoso “año cero” del que llevaba diez minutos hablando, al que llevaba diez minutos anunciando, y hacia el que nos habíamos dirigido con emoción a lo largo de esa línea esquemática del tiempo. Pero allí no se hacía referencia a nada.
Al parecer, a juicio del autor de esa línea del tiempo, nada ocurrió en ese momento histórico que parte en dos el curso de la humanidad. Eso sí, el cero era muy gordo, pero, al parecer, por ser punto de referencia del antes y el después del propio cero. El cero marcaba el centro de la Historia, que era él mismo.
Mis hijas, al ver mi cara de extrañeza y perplejidad, me intentaban ayudar con explicaciones más o menos razonables: “A lo mejor se les ha olvidado poner lo que ocurrió”, o “A lo mejor es la fecha del nacimiento del rey Cero”, o incluso: “A lo mejor no saben que nació Jesús”…
En un ataque de ironía pensé que, para el autor de aquel esquema, ese “cero” tenía tal fuerza en sí mismo, que el curso de la Historia se había dividido en dos partes en relación al propio cero, y que las iniciales a.C. y d.C. significaban realmente antes del “cero” y después del “cero”. Resultaba muy difícil de explicar que en el año cero no se hiciera mención al nacimiento de Cristo en Belén. Era evidente que estábamos ante una línea del tiempo laica.
ajenos a la verdad del Evangelio
Hay que tener mucha jeta para evitar hacer referencia a Cristo en una línea del tiempo de 200 metros, con miles de reseñas históricas y en una exposición pública y divulgativa. En esta guerra ideológica declarada al Cristianismo de los últimos años, esta pequeña anécdota me llamó especialmente la atención, porque retirar crucifijos de las aulas para “evitar ofender sensibilidades” era hasta ahora lo más esperpéntico que había contemplado; pero, sin duda, esto de borrar el nacimiento de Jesús de la propia Historia de la Humanidad era, además de intelectualmente cutre, ideológicamente perverso.
Marco Antonio, Cleopatra, Virgilio, César Augusto y hasta Tutankamón merecieron por sus andanzas ver su nombre reflejado en aquella línea del tiempo; pero Cristo no había merecido tal honor, aunque la numeración de todos los años de la Historia comenzara el día de su nacimiento.
Siempre que observo gestos de este tipo en nuestra moderna sociedad laica, obsesionada con arrancar las raíces cristianas de todo lo que puede, y cayendo a veces en actitudes ridículas como la que yo viví, me acuerdo del pasaje del Evangelio en el que Pilatos está ante la plebe vociferante —“¡Crucifícalo, Crucifícalo!”—, y él les pregunta perplejo: “Pero ¿qué mal ha hecho este hombre?”. El Evangelio dice que nuevamente repitieron: “¡Crucifícalo, crucifícalo!”… Esa fue la razonada respuesta a su pregunta, la explicación más profunda de su aversión por Jesús.
No hay que empeñarse mucho en preguntar el porqué de ese afán por “crucificar” permanentemente a Cristo y a su Iglesia, pues la respuesta tiene poco de racional y obedece a motivos arcaicos muy similares a los de la plebe que delante de Pilatos gritaba enfurecida. Han pasado los siglos y muchas cosas no han cambiado; en el fondo de nuestro ser a Cristo solo se le puede amar o no.
Si me hubiese molestado en preguntar al autor de este esquema la razón última por la cual no indicó que en el año cero, epicentro de su línea del tiempo, Cristo nació en Belén, probablemente la respuesta más sincera y más profunda hubiese sido esta: “¡Crucifícalo, crucifícalo…!”.
Por el momento, en 2012 d.C., es decir, 2012 años después del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, me atrevo a contar esta anécdota y, desde ella, poner al autor de aquella línea del tiempo un cero tan gordo como el suyo, un cero pelotero.
Pero, pensándolo bien…, ¡qué triste debe ser no encontrar a Cristo en tu historia! ¡Qué soledad que el centro de tu historia sea el vacío, la nada, el cero…! Ruego a la Virgen María, María de la O, Madre del Cero, que conduzca a todos a Cristo, a todos los que no lo conocen, a todos los que viven sin centro, girando en torno a la nada… Y a nosotros, que no nos deje alejarnos de Él.
Amén.
1 comentario
Jesús tenia 37 años y 37 días al morir el 3/4/33 nació el 25/2/4 a.c. el espíritu santo anido en el el el 25/2/1=10 (alquimia)
Promete destruir el templo en 3 días , luego de que en el año 70 cae Jerusalen y Macedonia cae en el 73 , el poder reconoce la numero-logia por que se cumplían 37 años de muerto en el 70 y 3 años después Macedonia como 3 horas después del medio día hora de su muerte en alquimia 73 es 7+3=10 el cero no cuenta,1 ES ÚNICO COMO DIOS el poder RECONOCE EL ERROR y borra la historia .la iglesia también por que muestra la fas de castigo de dios . por lo que Jesús y dios no son solo amor , también es juez los jueces son buenos un 50% de los casos. Yo se cuantos cuantos años tengo !