¡Anda!, que no nos han dado una tabarra solemne con los lúgubres acontecimientos de París hace unas semanas: que si yo soy Charlie, que si yo soy Hebdo, marchamo de una nefasta revista que se mofa de todas las religiones, y cuyo último número ha provocado la irracional quema de siete iglesias, matanzas de 10 cristianos y persecuciones en Nigeria, mientras los euros iban llenando su caja.
Muere o matan a un negro (Willy) en Estados Unidos, y en seguida hay una multitud que se asocia, “Yo soy Willy”, o, como ocurre con la intrigante muerte del fiscal de Argentina, “Yo soy Nisman”… ¿Alguien se imagina al déspota y criminal Boko Haran diciendo “Yo soy Ratzinger o el Papa Francisco? Seguro que el Papa rezaría por él para que algún día pudiera decir arrepentido “Yo soy Cristo”.
Da la triste casualidad de que nadie mueve un dedo ante la violencia y tragedia de tantos miles de cristianos vilmente asesinados y perseguidos. A nadie le importa ni la verdad ni la vida, pues siguen las matanzas, mientras Occidente sigue mirando de perfil. Solo hubo uno que supo y se esforzó en identificarse con un inocente que habían matado y luego resucitado: “Vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí” (Gál 2,20).