«En aquel tiempo, se acercaron los discípulos de Juan a Jesús, preguntándole: “¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?”. Jesús les dijo: “¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio, y entonces ayunaran”». (Mt 9,14-15)
Una observación atenta a la lectura del evangelio nos muestra no solo a la persona de Jesús —nuestro Modelo—, su modo de comportarse, sus enseñanzas directas, sino que también a través del Evangelio vemos las cuitas de sus seguidores. Así, descubrimos que Juan muchas veces soluciona la papeleta que le plantean sus seguidores enviándoles directamente a Jesús, con la misiva de que le pregunten personalmente. En el pasaje de este día, se refleja una de las ocasiones que así se presentan los discípulos de Juan.
En esta línea hay dos temas interesantes para la vida cristiana y para aplicárnoslo bien a nivel personal, bien para mejorar el modo de ayudar a los que nos rodean. El primero es precisamente que, antes las dudas que se nos presentan o que nos exponen nuestros amigos en el campo de la fe, de la moral, etc., una buena cosa es señalar a quien las tiene que las hable con Jesús, que haga oración personal sobre ese asunto; ahí está el arte de la oración y el “quid” para funcionar en la vida con libertad interior y con rectitud de intención. Y eso sí, visto lo que el Señor nos muestra y nos pide, tantas veces en el claroscuro de la fe, clarificar esa duda, esa situación contrastándola con el buen parecer de la persona bien formada amiga nuestra, o con el sacerdote que felizmente sea nuestro director espiritual, y siempre buscando luz en el Magisterio de la Iglesia. Una luz que en la actualidad, dado los grandes medios con los que contamos a través de las redes sociales, y dado la cercanía del Santo Padre, no es complicado poder trabajar un tema con un contenido sencillo, recto, extraordinario. Quizás esta sería una primera orientación de este pasaje evangélico.
El segundo tema que nos sugiere este evangelio es muy profundo. Basta que hagamos una lectura sosegada y piadosa para descubrirlo. Estos seguidores de Juan, por lo que le exponen al Señor, da la impresión a primera vista de que sus discípulos de Jesús se saltan a la torera alguna norma establecida; en concreto, y en este caso, el tema del ayuno. Pues profundizando en las palabras de Señor se ve enseguida que Jesús no está en contra de las normas sino que va más allá, que las dota de un significado nuevo: predomina el espíritu sobre la regla, la persona sobre la norma. Es decir, la norma, la regla es una manifestación de algo, o mejor de Alguien (en el evangelio, reflejado en “el novio”). Por ello, fruto del trato con ese Alguien, surgen normas; y también, el cumplimiento de unas orientaciones conduce a Alguien.
Acabamos de comenzar la Cuaresma; es momento para cumplir decididamente las normas y costumbres que establece nuestra Madre la Santa Iglesia. Pero flaco servicio haríamos tanto a nosotros mismos como a los demás, si cumpliéramos por cumplir, si no descubriéramos en esas costumbres —que suponen por supuesto negaciones del yo— una ocasión espléndida, un camino idóneo para encontrarse con el Señor; Él que, en palabras de San Agustín, es más intimo a nosotros que nosotros mismos.
Vivir la Cuaresma, vivir las normas exigidas para estar, siguiendo la simbología del evangelio que comentamos, para estar con “el novio”. Este año, el Santo Padre nos anima a luchar contra la indiferencia. Si tratamos en la oración confiada al Señor, si a ella dirigimos los pasos dubitativos de tantos y tantas, lograremos la meta propuesta por el Papa a la que siempre y en cada ocasión nos invita Jesús, y sus discípulos, como Juan, nos enseñan el modo de realizarlo.
Gloria Mª Tomás y Garrido