Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros. (Jn 15,9-17)
¿Cómo nos ha amado Jesús?… En descubrir profundamente hasta qué punto hemos sido amados por nuestro Padre del cielo probablemente este la clave de nuestra felicidad terrena. Dios ha amado al hombre desde su creación a imagen y semejanza suya y nos ha entregado el regalo mas grande al que llamamos libertad. Él se ha dejado conocer por sus obras estupendas, por su inmensa grandeza en la creación. El milagro de la vida nos sobrecoge siempre. La inmensidad del cosmos y la pequeñez del hombre. Todo funciona con la perfecta armonía diseñada por el Creador.
Pero haciendo uso de nuestra libertad rompemos continuamente el plan de felicidad de Dios. Y esta es nuestra experiencia continua que queriendo obrar el bien tantas veces nos sale el mal. Y aparecen nuestras envidias, nuestro rencor, nuestra avaricia, nuestra lujuria…. y así todos los descendientes de nuestra gran soberbia donde no hay lugar para Dios porque cada uno nos hacemos con nuestra razón los dioses de nosotros mismos pero, eso si, descubriendo nuestra incapacidad de amar, aceptar y perdonar como seria el deseo que llevamos grabado en las células de nuestro corazón.
Este es nuestro drama querer y no poder. Y desde esta situación, aparece siempre un evangelio, una buena nueva, la gran noticia que nos capacita y que nos anima a levantar siempre los ojos al cielo y descubrir que Dios no se ha quedado indife rente ante nuestros sufrimientos y que la vida va mucho mas allá de unos cuantos años terrenos “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Jn 3,16” Y Dios nos ha elegido para ser sus hijos y a través de la entrega de su propio Hijo nos da la posibilidad de amarnos, aceptarnos y perdonarnos una y mil veces con esta nueva naturaleza que nos regala a través de la Iglesia depositaria del Espíritu Santo que nos ha dejado el enviado del Padre. Ese espíritu que certifica a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios y capaces con El, de dar la batalla al gran enemigo, para poder cumplir este maravilloso mandato de que nos amemos los unos a los otros, dando como el Maestro hasta la última gota de sangre, por nuestros enemigos y conseguir así que nuestra alegría llegue a su plenitud. ¡BUEN DOMINGO DE PENTECOSTES PARA RECIBIR EL ESPIRITU DEL SEÑOR!