En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo» y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (San Mateo 5, 43-48).
COMENTARIO
Hoy, Jesus nos invita a amar. Amar sin medida, que es la medida del Amor verdadero. Dios es Amor, «que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos». Y el hombre y más aún el cristiano, reflejo de Dios, ha de intentar y querer asemejarse a Él cada día, «para que seáis hijos de vuestro Padre celestial»
¿Dónde encontramos el rostro de Cristo? En los otros, en el prójimo más cercano. Es muy fácil compadecerse de los niños hambrientos de Etiopía cuando los vemos por la TV, o de los inmigrantes que llegan cada día a nuestras playas. Pero ¿y los de casa? ¿y nuestros compañeros de trabajo? ¿y aquellos familiares lejanos que están solos? “Los otros”, ¿cómo los tratamos? Todos ellos son nuestra “periferia” como le gusta decir al Papa francisco.
Por otra parte, es muy fácil amar a quien nos ama. Pero el Señor nos invita a ir más allá, porque «si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener?» Amar a nuestros enemigos, amar aquellas personas que sabemos que nunca nos devolverán ni el afecto, ni la sonrisa, ni aquel favor. Amar sin esperar nada a cambio. La perfección es amar sin medida. Ese es el amor perfecto. Es el amor de Dios para con nosotros.
«El amor basta por sí solo, no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Es un don del Espíritu Santo. Baste decir, como nos recuerda san Juan que “Dios es amor”.