El Alzheimer es una enfermedad degenerativa de ciertas células del cerebro que ocasiona demencia en quien la padece. Debido a su alta incidencia en la población entre 65 y 85 años se ha convertido en uno de los principales problemas de salud pública para los países desarrollados. Sus repercusiones afectan notablemente a los individuos, las familias, el sistema de atención sanitaria y la sociedad en general.
El diagnóstico precoz de esta enfermedad tiene varias ventajas. Por ejemplo, varios trastornos psicológicos tienen síntomas que imitan a los de las personas con Alzheimer. Muchas personas tienen dificultad de atención, concentración, memorización, razonamiento abstracto, verbal, numérico, etc., y tienen miedo a tener la enfermedad de Alzheimer, cuando sus síntomas son causados por estrés, trastornos de ansiedad, depresión, hipocondría, medicamentos, etc.
Los medicamentos ahora disponibles para tratar el Alzheimer pueden ayudar a algunas personas a mantener sus capacidades mentales durante meses o años.
Otros beneficios son prácticos. Mientras más temprano conozcan el diagnóstico las personas con Alzheimer y sus familias, más tiempo tendrán para organizar sus vidas, planificar sus asuntos financieros, tratar temas legales, crear una red de apoyo. Poder participar el mayor tiempo posible en la toma de decisiones sobre el presente y el futuro es importante para muchas personas con Alzheimer.
pérdida progresiva de la capacidad intelectual
Los científicos están explorando métodos para ayudar a los médicos a hacer un diagnóstico temprano de Alzheimer. Por ejemplo, algunos estudios están centrándose en los cambios en la personalidad y el funcionamiento mental. Estos cambios pueden medirse mediante pruebas de memoria, concentración, atención, pensamiento abstracto, verbal, espacial, numérico, lenguaje, etc.
Las personas cercanas al paciente pueden brindar información valiosa sobre cómo ha cambiado su comportamiento y su personalidad; muchas veces, la familia y los amigos saben que algo anda mal aun antes de que los cambios sean evidentes en las pruebas de diagnóstico.
Los primeros síntomas van asociados a una disminución de la memoria reciente y dificultad para orientarse en el tiempo (preguntan muchas veces qué hora o día es) y en el espacio (se pierden en lugares familiares, un parque, el mercado, etc.). La familia observa cambios de humor, abandono progresivo de aficiones y apatía (puede confundirse con depresión). El anciano es consciente de sus errores y tiende a disimularlos (esto es muy importante, pues retrasa el proceso del diagnóstico).
Inicialmente podría detectarse por pérdida de iniciativa, cambios en el temperamento, dificultad para encontrar las palabras adecuadas, fallos en el razonamiento abstracto, apraxia, agrafia, trastornos de orientación. Posteriormente se observan dificultades semánticas, problemas en el lenguaje hablado y en la lectura y escritura, el tono muscular aumenta y se observa rigidez en las extremidades. El modo de andar es de pequeños pasos.
trastornos de conducta y comportamiento
Las alteraciones psíquicas son muy diversas, como indiferencia, angustia, irritación, quejidos, apatía y alucinaciones. La conducta se desorganiza paulatinamente. A continuación resumo los cambios conductuales más frecuentes que se observan al inicio de la enfermedad:
1. Memoria
Al principio el anciano olvida sus citas, las llamadas telefónicas, el nombre de las personas (relaciones o amigos), los objetos familiares. Comienza a tener problemas para seguir una conversación, se equivoca en sus cuentas, no paga las facturas. La memoria reciente se altera progresivamente, el anciano olvida los sucesos recientes. No se acuerda de lo que acaba de comer, acusa a sus amigos de no venir a visitarlo. No puede asimilar o comprender los hechos nuevos. Sin embargo, persiste el recuerdo de hechos lejanos, aunque los sitúe mal en el tiempo: pide noticias de su madre fallecida recientemente, o menciona a las que no ha visto hace años.
2. Comportamiento
Está sujeto a cambios bruscos de humor. Monta en cólera cuando se da cuenta que ha perdido sus llaves, cuando se percata de que ha perdido el control de los elementos que le rodean. Tiene tendencia a aislarse en un entorno familiar que conoce bien: sale menos y no quiere ver a sus amigos. Tiene reacciones violentas y desproporcionadas. Cuanto más depende de otros, más se irrita. Su fatiga aumenta y no hace nada sin que se le estimule. Tiene miedos injustificados: un ruido, una cortina que se mueve o una luz pueden desencadenarlos. Camina durante horas de un lado a otro, se levanta durante la noche y prepara su maleta.
3. Lenguaje y comprensión
Aunque el anciano continúe razonando y comunicándose bien con los otros, tiene, sin embargo, problemas para encontrar las palabras precisas; sus frases son más cortas; mezcla ideas que no tienen relación directa entre sí. El conjunto de la comunicación con los demás se enlentece: habla menos, su vocabulario se empobrece, repite las mismas frases durante horas. Cuando responde a las preguntas lo hace lentamente, buscando las palabras, no acaba las frases.
4. Coordinación de gestos espontáneos y movimientos corporales
El anciano al principio está bien, no se pierde y aún puede conducir, se viste sólo y come bien. Más adelante sus gestos son imprecisos: se abrocha mal los botones, sostiene mal su tenedor o cuchillo. Pierde el equilibrio, lo que puede ser peligroso si en casa hay escalera. Se golpea con facilidad y las caídas son frecuentes. Enlentece sus movimientos y necesita que lo ayuden en muchas cosas. Pueden aparecer movimientos anormales como temblores, contracturas musculares o convulsiones.
5. Actividades cotidianas
Al comienzo es capaz de realizarlas sin demasiados problemas y continúa yendo a trabajar. Sólo está afectado por pérdida de memoria. Más adelante, su creciente confusión hace que le resulte más difícil enfrentarse a la vida diaria. No es capaz de elegir: entre sus ropas, pues se viste sin tener en cuenta la estación o los convencionalismos sociales; entre los platos que se ponen a la mesa; entre las etapas habituales de su baño o ducha: ¿cuándo vestirse?, ¿cuándo enjabonarse?, ¿cuándo secarse? Pierde autonomía, ya no puede conducir, ni viajar en metro o en autobús sin compañía. Se pierde incluso en lugares que le son familiares. Puede dedicarse a actividades peligrosas para sí mismo o los demás, como abrir la llave del gas sin encenderlo u olvidar su cigarrillo y prender fuego por accidente.